Pero eso justamente es Golden Kamuy, cuya cuarta temporada saldrá al aire en Japón a partir de octubre.
Para quienes no han visto aún las tres primeras, la serie sigue los pasos de Sugimoto, un veterano de la guerra ruso-japonesa (1904-1905) que se ha vuelto buscador de oro en la fría isla de Hokkaido con el fin de ayudar a la viuda de un compañero de armas muerto en combate.
Allí oye hablar sobre el tesoro amasado por miembros del pueblo ainu para defender la isla de la colonización japonesa, el cual fue robado y escondido. Y tras ser salvado de un oso salvaje por una niña ainu, llamada Asirpa, deciden emprender su búsqueda juntos.
Un gran problema, sin embargo, es que el mapa con la ubicación fue dividido en 24 partes, tatuadas cada una en el torso de 24 criminales fugados de prisión. El otro: que además de ellos, también se encuentran a la caza del tesoro una facción del Ejército Imperial nipón y una banda liderada por un personaje histórico cuya identidad no les voy a revelar aquí.
Con esos mimbres, en cualquier caso, el entretenimiento está garantizado en esta suerte de western oriental. Aunque quizá lo más llamativo de Golden Kamuy sea el retrato inusual que ofrece de Japón, más allá de las historias de samuráis que mencionábamos al comienzo y del país industrializado que es hoy en día.
Para crear el manga en el que se basa este anime, su autor Satoru Noda se documentó minuciosamente, por lo que al seguir su trama descubrimos las costumbres del pueblo ainu y su cultura, desde qué nombres dan a los niños durante sus primeros años de vida hasta sus hábitos matrimoniales, gastronomía, creencias animistas y varios de sus secretos para sobrevivir en la intemperie.
Todo ello, mientras en medio de una persecución trepidante, con osos en el camino, lobos enormes, cazadores, militares renegados, fugas desesperadas, maquinaciones ocultas… e incluso el humor más absurdo, emerge ante nuestros ojos un Japón diferente, visto desde un mundo salvaje y hermoso: la tierra de los utari, palabra que en la lengua de los ainu quiere decir “la gente».
(Tomado de Orbe)