Traore lideró la semana pasada el golpe de Estado incruento que desalojó del poder a su antecesor, teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba, quien apenas ocho meses atrás defenestró al presidente electo, Roch Marc Christian Kaboré, y prometió controlar a los grupos armados islamistas, pero fracasó.
El capitán fue electo la víspera por los más de 300 delegados de partidos políticos, organizaciones sociales y religiosas, sindicatos y de las fuerzas de seguridad reunidos dos días al llamado de la nueva junta castrense para coordinar una acción conjunta que saque del abismo a este país de África occidental.
Los trascendidos del encuentro a puertas cerradas afirman que la elección de Traore fue unánime.
La salida de escena de Sandaogo Damiba ocurrió apenas horas después de intervenir ante la Asamblea General de la ONU y de pronunciar un discurso en una base militar del norte del país, evidencia palmaria de que había perdido el apoyo entre los militares que lo auparon a la cabeza del país en febrero pasado.
En su momento el teniente coronel de tropas especiales justificó su movimiento de fuerza en la tibieza e inefectividad del presidente Christian Kabore en combatir a los grupos islamistas instalados en el país desde 2015, alimento del descontento general en el país que favoreció a los golpistas.
Sin embargo, en sus ocho meses de ejecutoria Sandaogo Damiba fue incapaz de revertir la situación y ese fracaso fue la sentencia de muerte de su efímero tránsito por el sillón ejecutivo.
Ahora es el turno del joven capitán de 34 años de mostrar resultados, aunque el inicio de su gestión es poco auspicioso pues junto a su nombramiento fuentes burquinesas anunciaron la muerte de 15 personas: 11 milicianos progubernamentales y cuatro soldados en un ataque de islamistas en el norte del país.
En paralelo debe organizar elecciones en un plazo aceptable que la Comisión Económica de Estados de África Occidental y la Unión Africana levanten las sanciones que pesan sobre el país y los militares vuelvan a sus barracas.
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