Por Osvaldo Cardosa
Corresponsal en Brasil
Adversarios políticos aseguran que los escándalos y desobediencias marcaron también la trayectoria legislativa de Bolsonaro y arroparon más tarde al jefe del Ejecutivo, capaz de cubrir siempre el rostro a la mentira para que parezca verdad.
Después de justipreciar que podía comunicarse directamente con el público, sin intermediarios, el exoficial dio a entender desde la campaña electoral en 2018 y posteriormente desde el poder que la red social Twitter resultaría su infalible portavoz oficial.
Cual fiel devoto de las plataformas digitales, el mandatario de tendencia ultraderechista se apoderó de ese global instrumento e intentó cambiar para siempre su manera de hacer política.
Expertos en el tema señalan que casi todo lo que pensó el jefe de Estado en estos años lo publicó primero en Twitter, como si dirigiera a su país desde un gobierno virtual.
Procuró, de todas las formas posibles, imitar a su ídolo, el expresidente estadounidense Donald Trump (2017-2021), quien transformó la plataforma en una ramificación de su controvertida personalidad pública.
Bolsonaro entró al Palacio de Planalto (sede del Poder Ejecutivo) el 1 de enero de 2019 y desde esa fecha su administración está marcada en negro por una serie de crisis, polémicas y mucha violencia política.
Electo por el Partido Social Liberal (PSL) para enfrentar las urnas hace cuatro calendarios, el exoficial abandonó filas y se convirtió en un político sin partido durante casi todo su mandato. Se unió al Partido Liberal (PL) en noviembre de 2021 para desafiar nuevamente el escrutinio.
Genuino recordar que el excapitán del Ejército es el primer presidente en funciones que no lideró en las urnas un año antes de la justa comicial, algo que no sucedió en los intentos exitosos de Fernando Henrique Cardoso en 1998, Luiz Inácio Lula da Silva en 2006 y Dilma Rousseff en 2014.
Lo anterior avalado porque, desde hace dos calendarios, afronta complejos aprietos: desde problemas de salud, con la pandemia de Covid-19 que costó casi 700 mil vidas, hasta ataques a la democracia, a las instituciones y al proceso electivo.
También, según analistas, en 2021 la derrota de Trump en las urnas en Estados Unidos llevó a Bolsonaro a sentirse irresoluto y a reevaluar la estrategia a seguir con vistas a su posible reelección.
DÍSCOLO EXMILITAR PRESIDENTE
Nació el 25 de marzo de 1955. Siendo nativo, según su certificado de nacimiento, de la ciudad de Campinas, en el interior de Sao Paulo; existe, sin embargo, una duda acerca de su lugar de origen, dado indicios de que él puede haber nacido en Glicério, también en el interior paulista, pero fue registrado en Campinas.
A lo largo de su infancia, Bolsonaro vivió en diferentes ciudades, estableciéndose durante años en Eldorado Paulista, ciudad del Valle del Ribeira, donde su padre actuaba como dentista práctico y administrador de haciendas.
Su carrera militar comenzó en la década de 1970, al ingresar en la Escuela Preparatoria de Cadetes del Ejército, en la cual permaneció algunos meses antes de entrar a la Academia Militar de las Agujas Negras, donde concluyó sus estudios en 1977. Junto al curso de preparación de oficiales, concluyó uno de paracaidismo.
En la institución armada, Bolsonaro logró alcanzar el rango de capitán, pero también acumuló polémicas. En septiembre de 1986, apareció una entrevista suya publicada en la revista Veja y en ella denunciaba que la cantidad de uniformados que abandonaban la carrera era fruto de los supuestos bajos salarios.
Por esa entrevista, dada sin el consentimiento de sus superiores, cometió una infracción y recibió 15 días de prisión. Poco menos de un año después, fue acusado por un reportaje de ser el autor de un plan que explotaría bombas en cuarteles en Río de Janeiro.
La iniciativa recibió el nombre de Callejón sin Salida y tenía como propósito afectar la posición de Leónidas Pires Gonçalves como ministro del Ejército y protestar contra las bajas mensualidades de los militares. Inmediatamente comenzaron investigaciones contra Bolsonaro y otro capitán llamado Fábio Passos da Silva. Ambos negaron la participación en la operación, pero una pesquisa realizada por el propio Ejército concluyó con la expulsión de ambos de las Fuerzas Armadas por la participación en la operación.
DISCORDANTE POLÍTICO
Esos escándalos dieron una gran proyección a su nombre. Con eso, él fue para la reserva, pues había sido elegido, en 1988, en el cargo de concejal de la ciudad de Río por el Partido Demócrata Cristiano. Quedó poco tiempo en el mandato, pues en 1990 resultó nombrado diputado federal.
Tres calendarios después, el halagador de la dictadura militar (1964-1985) se involucró en una controversia al defender el retorno de un régimen de excepción en Brasil, bajo el argumento de que existían muchas leyes que obstaculizaban al gobierno.
Ese año, increíblemente, abogaba por la creación de las urnas electrónicas en los sufragios, las mismas que ahora cuestiona.
Fue diputado de febrero de 1991 a enero de 2019, cuando abandonó el cargo para asumir la presidencia. Durante ese período, resultó designado por cuatro partidos.
El escenario de radicalización de la política brasileña permitió que Bolsonaro fuera lanzado al debate político hacia el poder. Para viabilizar su candidatura en 2018, se afilió al PSL.
Con base en una plataforma liberal, defendió propuestas como privatización de la empresa estatal Petrobras, fusión de ministerios, creación de escuelas cívico-militares, acceso facilitado de la población a las armas, fin de las demarcaciones de tierras indígenas y quilombolas (afrobrasileñas), entre otras.
Durante la campaña electoral, fue víctima de un atentado en la ciudad de Juiz de Fora, estado de Minas Gerais (sudeste), cuando resultó herido por un golpe de cuchillo. Pasó por varias cirugías.
La embestida dio más fuerza a su candidatura y salió victorioso en la segunda vuelta del referendo con el 55,13 por ciento de los votos, en disputa con Fernando Haddad, candidato del Partido de los Trabajadores (PT, 44,87).
Comentaristas políticos aseguran que su etapa de régimen resulta de odio, de coacciones a la prensa, de ataques y amenazas a la democracia, de insultos y faltas de respeto, de mentir sobre la quema en la Amazonia, de constantes agresiones contra el Poder Judicial.
La corrupción salpica además al mandatario y su familia con las investigaciones contra uno de sus hijos, el senador Flávio Bolsonaro, por presunto desvío de recursos de su otrora gabinete de diputado. También afloraron componendas fraudulentas de religiosos con funcionarios del Ministerio de Educación.
Se suma su presunta implicación en la irregular compra de Covaxin, la vacuna india antiCovid-19. Además, una empresa abierta por Ana Cristina Siqueira, su segunda exesposa, realizó infrecuentes retiros de dinero entre 2008 y 2014 que la Fiscalía encauzó hacia posibles desvíos de recursos públicos.
El presidente además calificó de farsa el sistema electoral basado en el voto electrónico, amenazó con incumplir decisiones judiciales y ofendió al ministro Alexandre de Moraes, del Supremo Tribunal Federal.
Pese a la reputación de reconocidas empresas e institutos electorales, el resultado de la primera vuelta de sufragio del 2 de octubre puso en modo desconfianza la credibilidad de pronósticos.
En el referendo presidencial, por ejemplo, los institutos Datafolha y de Inteligencia en Pesquisa y Consultoría Estratégica daban menos del 40 por ciento de los votos a Bolsonaro. Igualmente señalaron la posibilidad de que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, candidato al poder por el PT, ganaría sin la necesidad de segunda vuelta, pero ambos fallaron.
Contra todo augurio, el gobernante tuvo 43,20 por ciento y el extornero mecánico 48,43. Ambos disputarán el balotaje del 30 de octubre, al no lograr en ese primer pleito la mayoría absoluta de votos, es decir, más de la mitad de válidos (excluidos blancos y nulos), como establece la legislación nacional para ser electo.
Para opositores, difícil hacer compatible en Bolsonaro la política y la moral, sin embargo, las urnas dirán la última palabra.
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