Según un sondeo del Instituto de Democracia de Israel, el 69,9 por ciento de los miembros de esa minoría se mostró dispuesto a asistir a las urnas para escoger a la nueva Knesset (Parlamento).
No obstante, la historia demostró que el número de personas de esa comunidad que muestran su intención de votar es mucho más alto que el número que participa.
El porcentaje real esperado es 44 por ciento, pero el investigador Muhammed Khalaily, uno de los autores de la encuesta, estimó que la cifra alcanzará el 50 por ciento.
La población árabe está comenzando a entender la necesidad de tener a sus representantes en el legislativo, para evitar que sea ocupado en su totalidad por los judíos, subrayó.
Están enojados y frustrados, pero aún así quieren que alguien luche por ellos en el parlamento, agregó.
Khalaily resaltó que también hay temor en esa comunidad de un gobierno de ultraderecha.
La alianza ultraconservadora opositora encabezada por el ex primer ministro Benjamin Netanyahu marcha al frente de las encuestas, aunque pocas le otorgan mayoría en el hemiciclo.
En este bloque hay partidos abiertamente antiárabes y racistas como Otzma Yehudit, dirigido por el parlamentario Itamar ben Gvir, conocido por su respaldo total a los colonos y sus ataques a los musulmanes.
Ben Gvir como ministro de Seguridad Pública sería un grave problema para ese sector poblacional, “uno solo puede imaginar lo que le hará al ciudadano árabe promedio”, alertó Khalaily.
La sociedad árabe está cambiando, pero todavía tiene un elemento colectivo de conexiones familiares, no es individualista en el sentido occidental porque las personas no se presentan por su propia cuenta para votar, estimó.
Los descendientes de los palestinos que no fueron expulsados de sus tierras tras la creación del Estado judío, en 1948, denuncian desde entonces que son tratados como ciudadanos de segunda.
En la actualidad ellos suman 1,9 millones de personas, casi un 21 por ciento del total de la población de este país.
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