La compañía ConocoPhillips, administradora del futuro enclave, prevé extraer del sitio hasta 180 mil barriles del hidrocarburo al día, y argumentó que crearía empleos y oportunidades de inversión local.
Sin embargo, según calculó la Oficina de Administración de Tierras de Estados Unidos, eso significa que generará hasta 278 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono durante su vida útil de 30 años, el equivalente a agregar dos millones de automóviles a las carreteras del país cada año.
Organizaciones defensoras del medio ambiente consideran que el proyecto provocará inseguridad alimentaria al alterar los ecosistemas, deteriorará la calidad del aire, podría incrementar las tasas de cáncer y asma, y aceleraría el cambio climático de la región del Ártico, que ya se calienta más rápidamente en comparación con el resto del planeta.
Una de las mayores objeciones proferidas contra Willow consiste en que implica perforar en la parte superior del permafrost y crear tubos de enfriamiento para mantener el hielo congelado a medida que en el Ártico se pierden las masas heladas.
Como el proyecto de petróleo y gas más grande propuesto en tierras públicas de Estados Unidos, sería una puerta de entrada a una nueva extracción significativa, en un momento en que necesitamos reducir los combustibles fósiles, no abrir grandes campos nuevos, declaró a The Washington Post la jefa de personal de la agrupación Evergreen Action, Lena Moffitt.
«El cambio climático está derritiendo los glaciares de Alaska. No podemos darnos el lujo de cavar el hoyo más profundo con malas ideas como Willow», declaró recientemente la Liga de Vida Silvestre de ese estado, a propósito de un artículo sobre el daño que el calentamiento global causa a la industria turística de esa región.
Analistas advierten asimismo que, además de poner en evidencia cómo el presidente Biden viola sus promesas de campaña de velar por el bienestar medioambiental, la autorización del enclave abre la puerta a múltiples litigios judiciales contra su administración.
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