Ghana, Tanzania y Zambia son los países escogidos por la funcionaria para reforzar esfuerzos similares de otros altos miembros de la administración del presidente Joe Biden, a saber: el secretario de Estado, Anthony Blinken, la del Tesoro, Janet Yellen, e incluso la primera dama, Jill Biden, quien viajó a Namibia en fecha reciente.
Aunque fuentes de la delegación de alto nivel de la Casa Blanca describieron la agenda de Harris como centrada en el apoyo a la nueva generación de africanos, la seguridad alimentaria y el cambio climático, resulta obvio para algunos expertos que el superobjetivo es neutralizar las influencias de China y Rusia en el continente.
Tanto el gigante asiático, como Moscú, tienen lazos de larga data con la inmensa mayoría de los estados africanos y relaciones de cooperación ininterrumpidas en los ámbitos de la educación y la construcción de infraestructura junto a apoyo financiero y diplomático.
Con algunos de ellos, en especial las excolonias portuguesas, Beijing y Moscú, compartieron esfuerzos militares en fecha tan cercana en términos históricos como 1975, cuando Sudáfrica mantenía lazos carnales con Washington y pugnaba por erigirse en el sol de una galaxia política en el sur del continente.
Para muchos africanos está fresca la reticencia de Washington a sumarse al embargo mundial que obligó al régimen del apartheid a liberar a Nelson Mandela tras casi tres décadas de encarcelamiento y convocar a elecciones con derecho al voto de los sudafricanos de todas las razas.
La conducta africana de Washington fue deplorable lo que explica la reticencia a sumarse a sus persistentes exhortaciones a condenar a Rusia por su operación militar especial iniciada en Ucrania en 2022 y a volver la espalda a Beijing, cuya iniciativa de la Franja y la Ruta deja una huella tangible en el desarrollo económico.
rgh/msl