Tolbert, un pastor bautista americoliberiano, fue el vigésimo presidente del país africano y ejecutor de algunas reformas, en ocasiones criticado por no implementar cambios profundos que trasformaran la estructura socioeconómica y en otras por hacerlos muy rápido.
El mandatario pereció el 12 de abril de 1980 cuando 17 suboficiales y soldados encabezados por el sargento mayor Samuel Doe asaltaron el palacio presidencial durante la conspiración. El cadáver del gobernante fue lanzado a una fosa común y luego trasladado al cementerio Palm Grove, de Monrovia, la capital.
Diez años después Doe fue capturado por Prince Yormie Johnson, del Frente Patriótico Nacional de Liberia. Lo torturaron antes de morir, todo lo cual se difundió en noticiarios internacionales; en ese testimonio aparece el rebelde bebiendo una cerveza Budweiser cuando le cortan una oreja al cautivo.
Prince Johnson, según sus declaraciones, tuvo una relación indirecta con el asesinato de una figura emblemática de África, el capitán Thomas Isidore Noel Sankara, en el curso de un complot; se quiso reducir a ‘la cuestión tribal’, algo que la propia trascendencia del hecho echó por tierra.
MATAR LA IDEOLOGÍA
Thomas Sankara, considerado por muchos revolucionarios como el Che Guevara africano, presidió Burkina Faso de 1983 a 1987, con un gobierno dirigido a barrer la corrupción, pero también a reducir la influencia en el país de la exmetrópolis francesa.
El jefe militar y líder nacionalista sin dudas era un inconveniente para los intereses políticos occidentales en la región subsahariana, como 30 años antes lo fue el primer ministro congoleño Patricio Emery Lumumba, cuyo deceso retrasó el desenvolvimiento en el ámbito democrático continental.
Aún el magnicidio de Sankara deberá reflotar algunas dinámicas torcidas, no sólo que impliquen a su sucesor en el poder, Blaise Compaoré, quien retornó del exilio en Costa de Marfil, adonde se refugió tras su derrocamiento el 31 de octubre de 2014 por un golpe de Estado que respaldó una revuelta civil.
Según declaró el exseñor de la guerra Prince Johnson, la confabulación contra Sankara estaba condicionada por la permanencia en territorio burkinés de la facción guerrillera liberiana a la cual pertenecía y eso, de hecho, solo era posible con el apoyo y la influencia activa de jefes militares complotados contra el presidente.
Tras el golpe de Estado de 1987, que culminó con la muerte de Sankara, Compaoré describió el asesinato como accidental, lo cual nadie creyó, mientras ejecutaba lo que denominó una ‘rectificación’ de la revolución, en tanto revertía todas las medidas progresistas aplicadas por el antecesor.
“La responsabilidad de Blaise Compaoré con el asesinato de Sankara fue la primera reclamación contra Burkina Faso, interpuesta por Mariam Sankara, la viuda de Thomas Sankara”, recordaron fuentes judiciales en relación con las causas que permanecieron sin investigar.
En abril de 2006, el comité de Derechos Humanos de la ONU dictó una condena concluyente contra las autoridades de Ouagadougou por no indagar sobre las circunstancias del magnicidio del líder nacionalista ni perseguir a los responsables del crimen.
No obstante, aún se aspira que ese expediente permanezca abierto hasta hacer justicia en honor a África.
VENGANZA MORTAL
Joao Bernardo “Nino” Vieira fue uno de los más sobresalientes guerrilleros que se enfrentó al ejército portugués en la guerra de liberación continental, uno de los fundadores del Partido Africano Para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (Paigc).
Protagonizó el golpe de Estado contra Luis Almeida Cabral en 1980 y se mantuvo como presidente de Guinea Bissau hasta 1999; luego reeditó su mandato de 2005 a 2009. Siendo gobernante, Nino Vieira enfrentó en el seno del Paigc al factor castrense de la organización, principalmente al general Ansumane Mané, jefe del Ejército.
“Nino” Vieira fue asesinado en su residencia de Bissau, la capital, en marzo de 2009 por militares, un magnicidio en represalia por la muerte del general Batista Tagme Na Wai, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, oficial muy crítico con el mandatario y que pereció en un atentado con explosivos poco antes del magnicidio.
ACRIBILLADO A BALAZOS
Aquella mañana Marien Ngouabi comenzó su día impartiendo clases en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Brazzaville, donde simultaneaba la docencia de primer año con su cargo al frente de la República del Congo.
Conforme con sus ocupaciones oficiales, el mandatario regresó de la casa de altos estudios al Estado Mayor del Ejército para recibir al presidente del Parlamento, Alphonse Mouissou-Poaty, y luego al cardenal Emile Biayenda, en una muestra de su pensamiento de unidad nacional en todos los órdenes.
Se consideraba al país como el primer Estado marxista-leninista de África: él fundó el Partido Congolés del Trabajo como única organización política legal. Su concepción de la construcción nacional lo acercó a China y a la entonces Unión Soviética, a la vez que en su discurso ponía siempre en claro una posición anticolonialista.
Poco antes de su asesinato, Ngouabi declaró abiertamente que la culpa de los problemas económicos de su país la tenía el imperialismo francés.
Un comando armado tiroteó la residencia del mandatario el 18 de marzo de 1977; de allí la víctima fue trasladada urgentemente al hospital militar de Brazzaville y poco después el médico forense lo declaraba muerto: el cuerpo del presidente había sido acribillado a balazos.
COLORES DEL CRIMEN
Está demostrado que el caos político no es totalmente incontrolable, ni el magnicidio resulta ”per se” un acto de recomposición del poder, tomando en cuenta la opinión de Isaac Bracho Navarro, Helder Caraballo, José Iván Ardila en sus doctorados sobre asuntos gerenciales en la Universidad Rafael Belloso Chacín.
Pero ese constituyó un estilo de actuar durante las pasadas seis décadas en el continente como parte de un arsenal táctico, que frecuentemente sumergió en las sombras sus objetivos estratégicos.
Tal caso es el del ‘avionazo’ contra el presidente Samora Moisés Machel en 1986, cuando regresaba a Maputo, la capital de Mozambique, luego de una reunión con líderes regionales.
Dos años antes, Machel firmó con la parte sudafricana los Acuerdos de Nkomati para supuestamente detener el respaldo de la Pretoria del apartheid a la Resistencia Nacional Mozambicana (Renamo), de Afonso Macacho Marceta Dhlakama (1953-2018).
En 2010 aparecieron conjeturas acerca de la caída del avión presidencial. En su libro Samora Machel: ¿Atentado o Accidente?, el periodista portugués José Milhazes considera que la nave se precipitó por un error humano, lo cual no aceptaron ni los soviéticos (fabricantes del aparato) ni las autoridades de Mozambique.
Otra hipótesis, comentada por la prensa, indicaba una conspiración de los servicios secretos sudafricanos, por la cual la nave se desorientó mediante el empleo de un radio-faro falso, cuyas señales guiaron al avión por una vía errada hacia el aeropuerto de Maputo y lo hizo precipitarse.
También medios de difusión sudafricanos publicaron que antes del magnicidio se observó un tráfico inusual de vehículos hacia el área donde posteriormente se precipitaría la aeronave, así como fueron militares de Pretoria los primeros en llegar al escenario del desastre. Las investigaciones de ese magnicidio continúan.
(Continúa)
arb/mt