La víspera el rey marroquí, Mohammed VI, decretó tres días de luto nacional en honor de las víctimas fatales del fenómeno, cuyo número definitivo solo se conocerá cuando terminen las tareas de salvamento; mientras las autoridades comenzaron el envío de alimentos, agua potable y frazadas para la población que pernocta al raso.
De momento el esfuerzo está centrado en las pequeñas ciudades montañesas a las cuales es más difícil llegar y donde los daños humanos y materiales aún están por cuantificar.
Este domingo las primeras luces del alba sorprendieron a rescatistas y residentes en la zona de desastre moviendo escombros en busca de sobrevivientes, o peor, de cadáveres de las víctimas de la peor sacudida telúrica sufrida por este país del norte de África, en más de seis décadas.
El año 1960 fue bisiesto y el día 29 de febrero, que solo aparece en los calendarios cada lustro, un seísmo de 5,7 en la escala de Richter de 10 grados estremeció en sus cimientos, destruyó la ciudad de Agadir y llevó a la tumba a unas 15 mil personas.
La furia de la naturaleza esta vez tuvo su epicentro, según el ente especializado, en la localidad de Ighil, ubicada a unos 80 kilómetros al suroeste de la ciudad de Marrakech; su intensidad es objeto de discrepancias pues algunas fuentes la estiman en 6,8 y otras en 7.
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