viernes 8 de noviembre de 2024

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ESCÁNER: ¿Cuál es el rumbo político-social de Rusia? (+Fotos +Video)

Moscú (Prensa Latina) Esa es una pregunta que está sobre la palestra pública desde que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) colapsó en 1991 y la Federación de Rusia se erigió heredera de la entonces superpotencia.
Por:
Germán Ferrás Álvarez

Corresponsal jefe en Rusia

Tan es así que la respuesta a las preguntas de si es un Estado socialista o capitalista, o si es de derechas o de izquierdas, son difíciles de responder, o más bien existen diversas respuestas en dependencia del cristal con el cual la realidad rusa se mire.

Según manifiestan algunos entendidos, el sistema político ruso es un Capitalismo de Estado gobernado por una extensa burocracia, porque el volumen económico que producen los activos públicos o capital estatal superan el 50 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), y según otros llegan al 60.

El Estado ruso es actualmente el segundo mayor empleador del mundo, después del chino. Unos 35 millones de personas trabajan para él, ya sea en empleos públicos o en empresas de capital estatal, lo que constituye alrededor de la mitad de la fuerza laboral empleada en el país.

Tras la desintegración de la URSS y el segundo colapso económico del presidente Borís Yeltsin, el volumen del PIB de propiedad estatal-pública bajó del 83-88 por ciento de la época socialista a cerca del 35 en 2004, pero en ese momento el primer gobierno de Vladimir Putin dio un giro hacia la restauración estatal y la tendencia se invirtió.

A partir de entonces el Estado retomó el manejo del aumento de salarios, los precios de la renta de la vivienda y de la tierra, de la energía, el transporte y la infraestructura, no por decisión planificada como en la época soviética, sino por el mercado, sin que el sector privado tenga capacidad de maniobra, voz o voto al respecto, consideran aquí analistas.

A la vez, el control directo de tantos recursos clave le permite al Estado ruso cobrar impuestos bastante bajos. Está en el puesto 28 de países por facilidad de hacer negocios, alcanzando la etiqueta máxima fácilmente por la baja tasa fiscal.

Oficialmente Rusia es un «Estado Socialista Democrático», la misma definición que usan para sí los países nórdicos, donde «democrático» significa en la práctica que hay economía de mercado. Ya no es un Estado socialista, pero tampoco es un Estado liberal (como lo fue en la época de Yeltsin).

Un papel importante en el engranaje político de la Rusia actual lo tiene la figura del Presidente, y más que el cargo en sí, es la figura de Vladimir Putin, quien desde el 2000  lleva las riendas del gigante euroasiático.

El mandatario no pertenece a ningún partido político y tiene un amplio abanico de poderes sobre el Estado debido a su autoridad personal y profesional.

Sin embargo, para tomar las decisiones extraordinarias (como por ejemplo la participación de fuerzas armadas fuera del país), tiene que contar con dos tercios de los votos a favor de los miembros de la Asamblea Federal (bicameral).

Con la llegada de Putin al poder, no podemos hablar de un retorno a la normalidad, tras el período de “anormalidad” de Yeltsin. En esencia Putin implementó lo diseñado por el grupo de Yeltsin, pero que no pudo ser aplicado, estiman analistas.

Es más, durante el gobierno de Yeltsin no se pudo lograr plenamente la construcción de una identidad nacional rusa, pero Putin revierte esta situación, al crear una identidad nacional basada en el patriotismo que tiene como eje tres pilares: las tradiciones imperiales, el legado de la URSS y la iglesia ortodoxa.

Tradiciones imperiales: Putin, respecto al imperio ruso, hace énfasis en su grandeza, en su particularidad que lo convierte en un “continente en sí mismo”, en tanto resalta la excepcionalidad del pueblo, que no es ni europeo ni asiático, sino algo distinto.

Además, remarca la importancia de la defensa del Estado por sobre las individualidades y lo vital que es la protección del territorio nacional.

Esto último no solo relacionado con el interés territorial, sino también por todos los rusos que quedaron fuera de las fronteras nacionales.

La Unión Soviética: Putin evoca los grandes logros de esta era, al invocar las significativas proezas del ejército y los éxitos tecnológicos.

Esto puede verse reflejado en el resultado de una encuesta realizada por el Centro Yuri Levada sobre “orgullo e identidad nacional” publicado en 2019.

Cuando se les preguntó a los rusos cuál consideraban el acontecimiento de su país que más los enorgullecía, en primer lugar apareció la victoria del Ejército Rojo en la II Guerra Mundial, con un 87 por ciento, y luego el liderazgo en la exploración espacial, con un 50.

Debemos resaltar que esto se hace evitando caer en invocaciones del pasado, y eso se ve reflejado en una frase del mismo Putin, quien dijo una vez: “Quien no lamente la desintegración de la URSS no tiene corazón, y quien quiera su reinstauración en su antiguo formato, no tiene cabeza”.

Iglesia Ortodoxa: Con la caída de la URSS, la iglesia ortodoxa resurgió y se convirtió en uno de los faros hacia los cuales los ciudadanos dirigieron su atención con el objetivo de solventar la pérdida de identidad que enfrentaban.

Este resurgimiento de cristianos ortodoxos no implica que se hayan vuelto más creyentes, es más una cuestión de identidad étnica que de fe; los rusos no son ortodoxos porque son creyentes, sino son ortodoxos porque son rusos, opinan analistas.

Lo que generó la llegada de Putin con respecto a la Iglesia fue un mayor acercamiento con el Estado, a pesar de que Rusia no especifica en su constitución la existencia de una religión oficial.

Sobre el actual sistema político, el estudioso y director del Centro ruso Fidel Castro, Leonid Savin, manifestó que era difícil determinar si se trataba de un régimen de derecha o de izquierda, y refirió que quizás sea centrista.

Para tratar de explicarlo, el funcionario de la administración presidencial Vladislav Súrkov acuñó el término de “Democracia Soberana”, pero, incluso, este tampoco ofrece una comprensión clara. Esto obliga a desmenuzar el asunto en detalle, punto por punto.

“Podemos afirmar en cuanto al modelo capitalista, teniendo en cuenta una serie de factores, que en su sentido lato no está presente en Rusia. Si bien hay grandes capitales privados y algunos mecanismos similares a modelos occidentales del capitalismo, la administración pública es bien diferente”,  comentó Savin.

En primer lugar: la formación del presupuesto de Rusia se lleva a cabo mediante un método planificado, semejante al modelo socialista de la URSS.

En segundo lugar: en Rusia hay sectores sociales fundamentales que son financiados por el Estado, como la salud, la educación y la cultura.

Si bien es necesario elevar una serie de indicadores para el desarrollo del capital humano y la mejora del nivel de vida (que depende de la financiación de las industrias), eso está presente. A diferencia de países de la UE o Estados Unidos, los servicios de estos sectores son gratuitos, pero no peores.

Por supuesto, en la educación superior, solo una parte de las plazas se otorga sin costo alguno y la colegiatura es cubierta por el presupuesto del Estado, pero los aspirantes que tienen altas evaluaciones en la enseñanza precedente también pueden ingresar a universidades e institutos de forma gratuita.

En tercer lugar: los programas sociales en Rusia están dirigidos a cubrir las necesidades de diferentes sectores de la población.

Se proporciona asistencia monetaria al nacer un niño y se hace una entrega mensual de alimentos hasta cierta edad; también está el apoyo a familias numerosas, al personal militar, indexación constante de las pensiones y otros beneficios, desde el transporte público gratuito hasta el acceso en iguales condiciones a los sanatorios.

De cierta manera, la realización de una Operación Militar Especial en Ucrania ha unido a todos los partidos políticos de Rusia, tanto en relación con la política exterior como en los asuntos internos del país, concluye Savin.

Han comenzado a actuar de una manera más activa en interés de los ciudadanos y de los varios grupos sociales, con un lenguaje que se aviene a los intereses soberanos de toda Rusia, y no asociado a cualquier ideología.

De lo anterior, podemos concluir que la política interna en Rusia ahora tiene un enfoque más social.

Aunque las corporaciones públicas y privadas poseen grandes capitales, los ajustes de las leyes en los últimos años demuestran un curso que satisface las demandas y aspiraciones de los ciudadanos.

Es decir, se trata de un proceso continuo y puede mejorar ininterrumpidamente. En muchas áreas ya se marcan metas y objetivos específicos para los próximos años y a mediano plazo.

Rusia posee una gran cantidad de recursos naturales, potencial científico y habilidades técnicas para implementar gradualmente todos los programas y alcanzar más logros en beneficio de sus pueblos.

arb/To/ghf

 

 

Colaboraron en este trabajo:

Amelia RoqueEditora Especiales Prensa Latina
Laura EsquivelEditora Web Prensa Latina
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