Su primer asentamiento, según documentos de época, fue en el cacicazgo de Jagua (Cienfuegos) donde los escasos recursos naturales motivaron su traslado a las márgenes del caudaloso con abundancia en oro y mayor fuerza de trabajo indígena.
En opinión del historiador oficial de la tercerea villa cubana Carlos Joaquín Zerquera (1926-2009) en poco tiempo, tal vez unos cinco años, el villorrio creció y un centenar de españoles sometían a los nativos en la extracción de riquezas, la agrícola y la cría de ganado.
Los autóctonos practicaban la recolección, la caza, la pesca, así como trabajaban la tierra y poseían una cerámica muy rudimentaria, empleando artefactos de concha, básicamente como adornos.
Por textos conservados en los Archivos de India, España, explicó el letrado, se conoce que esta zona pegada al mar era de amplios y copiosos bosques, y en los bordes del río crecía la caña brava -pito o bambú- con amplia diversidad de aves, indica.
Muy poco tiempo permanecieron en este lugar las huestes de Velázquez al elegirse más al oriente el sitio actual de La Trinidad, al que llamaban Manzanilla, por su condición saludable, su cielo claro y su aire puro y suave, relató Zerquera.
Algunos textos de la localidad recogen este momento y afirman que el cura franciscano Fray Juan de Tesín, oficio una misa el 25 de diciembre de 1514, debajo de un jigüe en el centro de la pequeña comunidad.
Sin embargo, la misa fundacional aun sin conocerse la fecha exacta estuvo a cargo de Fray Bartolomé de las Casas, quien por sus denuncias de maltrato que sufrían los nativos se ganó el reconocimiento como Defensor de los Indios.
Con el tiempo las riquezas mermaron y las minas doradas llegaron a su final, llevando a los colonizadores a nuevas aventuras desde este punto de Cuba, la más promisoria la conquista de México, que provoca el mayor éxodo de indios (obligados) y de los españoles.
Entre los ibéricos asentados en la villa que logran fama por sus conquistas están: Juan de Grijalba ( intentó tomar a México), Francisco Hernández de Córdoba (descubridor de Yucatán), Bernal Díaz del Castillo (cronista de la Nueva España) y los hermanos Pedro, Diego y Alonso de Alvarado (exploradores de Guatemala y Perú).
Otro acontecimiento relevante devolvió el renacer de la tercera villa cubana y sus contornos el boom azucarero de la segunda mitad del Siglo XVIII y la primera del XIX.
Época que en pocos años vio crecer capitales, plazas, iglesias y teatros y empedrados de sus calles, junto a suntuosos palacios como los de Brunet, Bécquer, Cantero, Iznaga y Borrell.
La industria azucarera en el Valle de los Ingenios se dotó de esclavos africanos, en poco más de un siglo la población negra en la villa era de mil 207 personas y en 1740 se reportaban cinco mil 234 sometidos a la servidumbre.
En sus más de cinco siglos, el amor de sus habitantes y la vigilia permanente del patrimonio han logrado salvar y mantener viva una ciudad museo reconocida entre las mejores conservadas de América Latina.
Cada acontecimiento en su época es un motivo suficiente para defender cada momento de la Ciudad Museo del Caribe, Patrimonio Cultural de la Humanidad con el Valle de los Ingenios, afirmó a Prensa Latina Tania Gutiérrez, presidenta de la Asamblea Municipal del Poder Popular ( Gobierno).
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