La Coonapip fue fundada en 1991 con la presencia de autoridades originarias de los pueblos Guna Yala, Ngäbe-Buglé y Emberá-Wounaan y desde sus inicios fue concebida como un espacio político de lucha por el reconocimiento de sus derechos territoriales y ancestrales.
Un comunicado de ese colectivo, que encabeza Marcelo Guerra, subraya que actualmente se mantiene el compromiso de trabajar por la mejora de las condiciones sociales, culturales, espirituales, ambientales y económicas de cada uno de los territorios indígenas, desde su cosmovisión, como pueblos con identidad propia.
Este movimiento se da como una respuesta a la necesidad de que todas la comunidades autóctonas del istmo aunaran esfuerzos en sus luchas de demandas y reivindicaciones de derechos, para promover la unidad y el fortalecimiento de las estructuras organizativas.
La nueva directiva de Coonapip estableció como una de sus principales metas lograr la consolidación y unidad con los siete pueblos originarios y los 12 congresos y consejos, y rescatar así uno de los principales objetivos que llevó a la creación de este organismo.
Entre sus logros está la creación y defensa de las comarcas y tierras colectivas, que lleva consigo la protección y preservación del medio ambiente y toda su riqueza natural, tal como lo demostró la de Naso Tijerdí, después de casi 30 años de lucha.
Otra conquista fue la creación de la Comisión de Alto Nivel entre el Gobierno y las autoridades tradicionales, un escenario para deliberar sobre los principales temas que afectan a los pueblos originarios.
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