El desempeño del empresario y político de derecha extrema, vinculado al grupo religioso ultraconservador Opus Dei y al partido neofascista Vox de España, fue aprobado por el 19 por ciento de la población, según el sondeo del Instituto de Estudios Peruanos (IEP).
Los resultados adversos a López-Aliaga contrastaron con su campaña electoral, que lo presentó como gran financista y administrador.
A juicio de algunos analistas, en el año transcurrido, sus vistosas promesas de solución pronta a los graves problemas de Lima se diluyeron en incumplimientos y frustraciones.
Desde que asumió el cargo, imponiéndose por escasa diferencia al exmilitar populista Daniel Urresti, López-Aliaga se dedicó además a un estridente activismo político y tomó medidas extremas como las de prohibir marchas de protesta en el centro de la ciudad.
También anudó lazos con Vox y con grupos similares de países latinoamericanos.
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