José R. Oro*, colaborador de Prensa Latina
Mucho menos se mencionan los gastos en publicidad de todo tipo, en los cuales la modalidad política tiene un papel de gran importancia, sobre todo en los años de elecciones generales (como es 2024) y en menor medida en los años de elecciones intermedias.
Los gastos en publicidad y propaganda se combinan y son inseparables en un país donde coexisten una sociedad fuertemente consumista (la más consumista del mundo) y un ambiente de inmensa concentración en convencer al votante de ejercer la seudo democracia, mostrando a los candidatos, sin hacer mucho énfasis en su programa de gobierno o administración federal, estadual y local, sino su físico, maneras, habilidades histriónicas de todo tipo, y hacerlos coincidir con los elementos pre – estudiados para que gusten al electorado. El gasto de publicidad directa total es de 397 mil millones de dólares (bastante más de la mitad de los gastos mundiales, estimados en 648 mil millones de dólares) para unos 340 millones de habitantes, es decir aproximadamente $3,20 dólares diarios por persona.
El gasto de publicidad política en Estados Unidos aumentará en más de un tercio en 2024 con respecto al año anterior, debido principalmente a las elecciones presidenciales y generales, y los medios de televisión volverán a quedarse con la mayor parte de los dólares, según un informe de la firma de investigación Insider Intelligence.
Se espera que la cifra aumente aproximadamente un 30 por ciento desde 2020 a 12 mil 320 millones de dólares este año solamente en anuncios pagados, según el informe. La inversión publicitaria en los medios tradicionales, la mayor parte de los cuales es televisión, aumentará un 7,9 por ciento y representará el 71,9 por ciento de toda la inversión. El total de gastos directos de publicidad y propaganda, solo en la campaña presidencial se estima ascienda a más de 22 mil millones de dólares.
Esto es una “buena noticia” para las principales cadenas de noticias como Fox News, CNN, propiedad de Warner Bros Discovery, y MSNBC, de Comcast, que en los últimos trimestres han enfrentado ingresos publicitarios no tan altos como acostumbran.
Los candidatos presidenciales y los cambios en el uso de los medios
Tres aspirantes republicanos (Donald Trump, Ron DeSantis y Mikki Haley) compiten por ser el candidato presidencial de su partido para las elecciones de 2024, mientras que el presidente Joe Biden es el presunto candidato demócrata.
Los avances tecnológicos en los medios masivos de comunicación y la aparición de nuevos y poderosos conglomerados empresariales han traído cambios sustanciales en la comunicación de los aspirantes con el electorado. Por ejemplo, Trump provocó indignación con una publicación el 20 de enero en su plataforma Truth Social en la que reivindicaba “plena”, “total” y “completa y total inmunidad presidencial” por los actos cometidos en el cargo. Pero el efecto fue principalmente en los medios digitales, ya que los medios tradicionales reflejaron su rebuzno, pero no con la misma intensidad.
Los comentarios provocaron advertencias de que Trump tiene la intención de ejercer poderes autoritarios si regresa a la Casa Blanca y lo hacen en medio de temores generalizados de que cualquier victoria de él en las elecciones de 2024 representaría una grave amenaza para la democracia estadounidense.
Se espera que las plataformas digitales, que históricamente han atraído solo una pequeña parte de los millones de dólares de publicidad política, experimenten un aumento del 160 por ciento durante el ciclo electoral 2024, y el pronóstico es que Meta Platforms y Google acusen un fuerte crecimiento, de hasta el 300 por ciento. Lo cual muestra cómo han cambiado los mecanismos de comunicación entre las elecciones de 2020 y la de noviembre de este año.
Si bien la inversión en publicidad política contribuye en pequeña medida a los ingresos publicitarios totales de Google, se espera que se triplique hasta alcanzar los 553,2 millones de dólares a medida que más especialistas en marketing utilicen su plataforma YouTube.
«Las campañas y los grupos de defensa de temas están trasladando más gasto a los canales digitales en línea con los cambios más amplios en los contornos del mercado publicitario», dijo Peter Newman, director de pronósticos de Insider Intelligence.
También se espera que reciban un impulso las plataformas de redes sociales de Meta, principalmente Facebook. TikTok, el mayor rival de Meta, no permite anuncios políticos en la plataforma.
Insider Intelligence dijo, sin embargo, que las plataformas de medios digitales también pueden convertirse en focos de desinformación durante la temporada electoral, y los «deepfakes» serán una preocupación este año. Esa es una inquietud de los que implementan las campañas de todos los aspirantes
Estos riesgos significarán que las empresas publicitarias y mediáticas tendrán que ser «muy cautelosas» a la hora de exponerse a dicho contenido, dijo Paul Verna, vicepresidente de contenidos de Insider Intelligence.
El fascismo contemporáneo y su uso de los recursos financieros en las campañas electorales
La reconfortante presunción de que Trump era una aberración desagradable pero pasajera en la sociedad estadounidense, que se escuchó a menudo durante su presidencia de 2017 a 2021, es más difícil de creer que nunca después de su victoria en los caucus de Iowa y en las primarias de New Hampshire la semana pasada. Tal como están las cosas, él está en camino de ganar una tercera nominación presidencial republicana consecutiva y un posible segundo mandato en la Casa Blanca.
El panorama mundial más amplio es aún más alarmante. Lejos de ser una excepción a la regla, Trump refleja, amplifica y populariza una tendencia global destructora, regresiva y potencialmente mortífera, hacia formas de gobierno de derecha autoritarias, totalitarias, dictatoriales, nacionalistas y religiosas, étnica y culturalmente mayoritarias, preservador e incrementador de la desigualdad, que quiere lograr un mundo donde no “quede sitio para nadie” como en el Madrid de Joaquín Sabina.
Para decirlo de manera más simple, el fascismo está una vez más en marcha y la democracia liberal corre el riesgo de ser pisoteada bajo sus botas merodeadoras. ¿Se trata de un contratiempo desagradable, de una fase pasajera? ¿O presagia el inicio de una era posdemocrática?
Iowa, New Hampshire y Carolina del Sur (solo las primarias demócratas por ahora) fueron un recordatorio de que la anti política nihilista de Trump trasciende fácilmente las fronteras nacionales que tanto desea fortalecer. Tiene un atractivo casi universal y convincente entre quienes desconfían de sus líderes o se sienten traicionados por ellos. Personifica al gran hombre, el hombre fuerte nacional, que promete defender y apoyar al pequeño y sus amenazados dogmas de identidad y comunidad. A cambio, exige el poder ilimitado y la lealtad de un dictador.
Es el viejo- nuevo acuerdo del siglo: seguridad, uniformidad, conformidad y validación social para la mayoría dominante a costa de las libertades cívicas, la responsabilidad legal, los medios independientes, la diversidad y los derechos de las minorías. Este es el modelo vigente, o ganando terreno, desde Beijing, Moscú y Delhi hasta El Cairo y Buenos Aires, pasando por Roma, París y Berlín.
El enfoque de Trump hacia Iowa ejemplificó cómo funciona la anti política antidemocrática. En su mayoría evitó mítines y reuniones con votantes, boicoteó debates con candidatos rivales y viajó, distante, en una poderosa caravana de limusinas negras del servicio secreto. Sin embargo, su porte imperial, su publicidad televisiva generosamente financiada y su dura agenda política de no tomar prisioneros produjeron una victoria récord.
¿Cómo puede ser esto? Muchos votantes aplauden el estilo autocrático de Trump. La democracia, dicen, no les ha dado resultados; y hay demasiadas libertades, tomadas y asumidas, en un mundo demasiado despierto. Compran la mentira de que es víctima de calumnias falsas inventadas por opositores del “Estado profundo” temerosos de su justa cruzada para rescatar a Estados Unidos de sí mismo.
Algunos afirman que Dios lo envió como salvador; que sólo él puede detener el declive nacional apocalíptico. «Y la venganza, promete Trump con aires bíblicos, será de ellos”. “Soy tu guerrero. Yo soy tu justicia. Y para aquellos que han sido agraviados y traicionados, yo soy su retribución”, declaró el año pasado. La suya es una conspiración clásica y sectaria de falsedad. Hitler, Franco o Luis XIV lo reconocerían. Como ellos, Trump busca gobernar de manera absoluta.
En su libro de 2023, The New Leviathans , el filósofo conservador inglés John Gray desarrolla la así llamada “teoría general de la decadencia democrática”. Sostiene que los líderes y escritores occidentales estaban lamentablemente equivocados en su “noción grotesca” de que la conclusión de la guerra fría en 1989-91 presagiaba un triunfo permanente del “fin de la historia” de las sociedades “libres y los mercados libres”.
Líderes como Trump, Narenda Modi, y otros en Alemania, Hungría, Italia, Francia, entre muchos países, envían un mensaje de que el fascismo está tratando de controlar a la humanidad.
Los “enclaves de libertad” todavía resisten, pero sus muros están sitiados. India está sucumbiendo al gobierno unipersonal, seducida por el intolerante nacionalismo hindú de Narendra Modi. La democracia de Israel se está autodestruyendo actualmente. En África abundan los golpes de estado. En Europa, Emmanuel Macron, el presidente de Francia, se apresuró a apuntalar el “Proyecto Nacional” el mes pasado contra una creciente marea de extrema derecha.
En Alemania, Italia y Hungría se libra prácticamente la misma lucha contra un fascismo resucitado. Tanto es así que el canciller de Alemania, Olaf Scholz, se unió a los manifestantes anti fascistas en las calles para instar a la resistencia contra el partido Alternativa para Alemania, antiinmigrante y vinculado a los nazis. En el Reino Unido, la alienación y un sistema de votación anacrónico convierten las elecciones en farsas.
En esos países, la batalla aún no ha terminado. Pero falta unidad de propósito. Como en Estados Unidos, las instituciones parlamentarias y públicas son débiles y están desacreditadas. Si estadounidenses como los asistentes al caucus de Iowa o las primarias de New Hampshire, relativamente prósperos y seguros, no defienden la democracia y rechazan a sus enemigos subversivos y amotinadores, ¿qué esperanza hay para el resto?
La verdad es que no mucho. El momento liberal del capitalismo está pasando, sin resolver las contradicciones de ese sistema. La pesadilla fascista surge de nuevo. Bajo un cielo cada vez más oscuro, amanece una era posdemocrática, que en los Estados Unidos llamaríamos la “Era MAGA” (Make America Great Again), , donde la violencia como se ve en la foto arriba alcanza niveles altos de protagonismo.
Los inmensos e improductivos gastos electoreros
Los candidatos presidenciales que se postularon para las elecciones de 2024 reportaron ingresos totales de $167,9 millones y desembolsos de $65,0 millones según los informes de financiamiento de campaña presentados ante la Comisión Federal Electoral hasta el 30 de junio de 2023 (cuando la actividad electoral era aún mínima). Los candidatos a miembros del Congreso de Washington recaudaron $556,9 millones y desembolsaron $278,8 millones, los partidos políticos recibieron $348,8 millones. y gastaron $309.0 millones, y los comités de acción política (PAC) recaudaron $1.6 mil millones y gastaron $1.3 mil millones, cubriendo la actividad financiera desde el 1 de enero hasta el 30 de junio de 2023.
Mientras tanto, los desembolsos para gastos independientes reportados en este período totalizaron $48.8 millones. Los costos de comunicación informados a la Comisión ascendieron a $12,942. Durante este período no se reportaron gastos en comunicaciones electorales, solo en materiales impresos generales. En la tabla que mostramos abajo, se observa la naturaleza creciente de los gastos electorales directos. Lo años con asterisco son elecciones generales (las que incluyen las presidenciales) y los demás son las así llamadas elecciones intermedias, que se efectuar dos años después de las generales.
Para tener una forma de comparación estos gastos representarían en 2024, unos 110 dólares por cada votante. Insistimos que estos son solamente los gastos directos, y otra cantidad de gastos como la transportación a eventos o a la votación, entre otros no están contabilizados.
La cifra estimada para la actual campaña de 2024 en los Estados Unidos, supera al Producto Interno Bruto de 93 de los estados miembros de la ONU. Como se ha conocido de manera sistemática, los presidentes y otros oficiales electos no cumplen sus promesas de campaña, por lo cual este dinero y recursos no se revierte en la implementación de políticas y procesos que representen la voluntad popular, o al menos por lo que se votó por los electores.
rmh/jro
*Ingeniero cubano residente en Estados Unidos
(Tomado de Firmas Selectas)