Indignados por el colapso económico y el estancamiento político, los libaneses obstaculizaron con neumáticos en llamas, piedras y otros objetivos las principales vías en casi todo el país.
La gota que colmó la copa derivó de una depreciación de 90 por ciento de la moneda nacional respecto al dólar que convirtió en nada los salarios de nueve de cada 10 libaneses.
Desde este miércoles y a raíz de accidentes y violaciones ocurridas durante las protestas masivas, unidades militares desbloquearon las carreteras y tomaron posiciones en los sitios de mayor irritación ciudadana.
La víspera esta capital permaneció incomunicada por vía terrestre hacia el norte y el sur, mientras que en otros centros urbanos la insubordinación cerró el paso al tráfico en todas las direcciones.
El presidente Michel Aoun pidió al Ejército y a las fuerzas de seguridad que despejaran los caminos, en tanto que los uniformados eludieron reprimir a los manifestantes, a los cuales consideraban con derecho a expresar su ira y rechazo.
Empero, tres personas murieron en accidentes automovilísticos en medio de los bloqueos, incluidos dos que chocaron con un camión colocado en la vía.
La peor crisis económica y financiera en Líbano, que estalló en 2019, aumentó el desempleo, impidió el acceso de ahorristas a sus depósitos bancarios y hundió a la mitad de la población bajo el umbral de la pobreza.
Esa situación llegó a un enojo popular generalizado ante la indiferencia con que la elite gobernante asume su responsabilidad frente al deterioro socioeconómico de los ciudadanos de a pie.
Desde el 10 de agosto de 2020, esta nación con costas al mar Mediterráneo oriental carece de un Gobierno efectivo y los encargados de nominar un sustituto no llegan a consenso sobre número, composición y distribución de carteras ministeriales.
mem/arc