Los comicios, previstos para el 24 de diciembre, fueron presentados como la solución al conflicto iniciado en 2011 que fragmentó a esta nación norafricana, aunque en la práctica nunca fueron aceptados por todas las partes.
Luego de un año de relativa calma, en las últimas semanas la tensión aumentó por las elecciones debido a las profundas diferencias en torno a los candidatos aceptados y las leyes que las rigen.
Tras sesionar dos días consecutivos y la imposibilidad de alcanzar un consenso entre sus miembros, el parlamento nacional suspendió ayer hasta la próxima semana el debate sobre una hoja de ruta que permita efectuar los comicios.
La discusión incluye la posibilidad de realizar cambios constitucionales y la restructuración del Gobierno de Unidad Nacional interino, encabezado por el cuestionado primer ministro Abdulhamid Dbeibah.
La Alta Comisión Electoral de Libia (HNEC) propuso celebrar las elecciones el 24 de enero próximo, aunque la nueva fecha no parece del agrado de los diputados.
Fuentes del hemiciclo revelaron al diario digital Ean Libya que los legisladores podrían alargar el período pues estiman que no hay solución a corto plazo para superar los obstáculos que impidieron celebrar el proceso este mes.
Entre ellos, la prensa nacional cita a la pugna entre la HNEC y el poder judicial por varias candidaturas, el accionar de milicias, la ausencia de una lista definitiva con los nombres de los aspirantes presidenciales y otra sobre los votantes, así como el clima de inseguridad en algunas zonas.
Los analistas y la prensa nacionales coinciden en señalar que las candidaturas de Saif al Islam, hijo del asesinado dirigente Muamar al Gadafi; del mariscal Jalifa Hafter (hombre fuerte del este de Libia), y de Debaibah, causaron en las semanas previas a los comicios una fuerte polarización, que al final obligó a aplazarlos.
El experto Kamal Al Maraash también culpó del fracaso al titular de la HNEC, Imad Al Sayeh, al señalar que tuvo miedo de presentar la lista definitiva de candidatos, y también al poder judicial debido a su politización.
Ambos organismos tienen responsabilidad por el aplazamiento del proceso, coincidió Youssef Al Farsi, profesor de ciencias políticas en la Universidad Omar Al Mukhtar.
En medio de este panorama, crece la presión para celebrar las justas lo más pronto posible.
En los últimos días, cientos de jóvenes salieron a las calles de esta capital con chalecos amarillos, similares a los usados por los manifestantes en Francia en 2018, para exigir una fecha definitiva.
Por su parte, 18 partidos y movimientos políticos firmaron un documento que denuncia “la injerencia extranjera en los asuntos internos de Libia” y la obstrucción de las elecciones.
También 125 candidatos al legislativo instaron a celebrar los comicios el 24 de enero.
Esta nación vive una espiral de violencia desde el derrocamiento de Muamar al Gadafi en 2011, luego de una guerra apoyada por miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, entre ellos, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido.
Bajo el auspicio de la ONU, 75 delegados libios en representación de diversas facciones y territorios, eligieron en febrero último un Gobierno de transición, encargado de dirigir al país hasta la celebración de los comicios presidenciales.
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