Cerca de 70 mil hogares quedaron sin acceso al líquido vital tras el evento de magnitud 7,4 que, el pasado 16 de marzo, hizo colapsar conductos clave en algunas prefecturas.
El 46,4 por ciento de las cañerías de Miyagi y el 56,3 por ciento de las de Fukushima cumplen con los estándares técnicos necesarios para resistir temblores de tierra poderosos, pero el resto de la red hidráulica clave de ambas demarcaciones es vulnerable, declararon las autoridades locales.
A nivel central, el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón prevé elevar al 60 por ciento la proporción de tuberías resistentes para 2028.
Ante la recurrencia de movimientos telúricos, los gobiernos regionales valoran el acelerar los proyectos de construcción y mantenimiento de los sistemas de fontanería, pero sustituir toda la red de golpe provocaría el aumento de las facturas de los ciudadanos, expresó a la prensa un funcionario de Miyagi.
A propósito, expertos como Masakatsu Miyajima, profesor de ingeniería sísmica en la Universidad de Kanazawa, insisten en la importancia de concientizar a la población sobre la necesidad de aumentar los costes del servicio para minimizar daños futuros.
Todavía algunas zonas afectadas por el terremoto continúan sin suministro de agua potable.
Un día después del siniestro las Fuerzas de Autodefensa japonesas movilizaron camiones cisternas hacia esos territorios y desde entonces distribuyen el valioso recurso entre los damnificados.
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