Cuando Salvador Ramos envió el 24 de mayo un mensaje privado diciendo “Voy a disparar a una escuela primaria”, nadie imaginó que pocas horas después fuera al centro educativo Robb, de la pequeña localidad de Uvalde, con un rifle y chaleco antibalas para abrir fuego.
“Disparó y mató horriblemente”, expresó el gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, quien explicó que el atacante escribió en Facebook sus intenciones, luego subió a una camioneta y se dirigió al sitio “sin que nadie tenga todavía muy claro por qué”.
Sin embargo, algo es real: las razones por las que la sociedad estadounidense llegó a un punto en el cual los tiroteos en los lugares públicos son cada vez más frecuentes.
La desregulación de las armas de fuego, basada en la interpretación de la Segunda Enmienda de la Constitución, y la inacción al respecto de los políticos, más preocupados por no dañar sus negocios y sus posiciones de poder que de solucionar problemas, apuntan como principales causas.
La masacre de Texas no hizo más que subrayar cómo la nación más poderosa del mundo ni siquiera puede garantizar la seguridad y cuidado a su población más vulnerable, los niños.
El pediatra y activista Bryan Leyva apuntó en Twitter que la primera causa de muerte infantil en Estados Unidos ha sido por armas de fuego desde 2020, año en el que fallecieron por ese motivo cuatro mil 300 menores.
Lo sucedido en el sureño estado norteamericano -considerado un “santuario” de estos artefactos gracias a las leyes firmadas por Abbott- fue el segundo tiroteo masivo acaecido en el país en 10 días, después del ataque de un supremacista blanco, también de 18 años, que mató a 10 personas, en su mayoría negras, en la ciudad neoyorquina de Buffalo.
Datos de la organización Archivo de la Violencia Armada revelan que los sucesos de este tipo ascienden allí en lo que va de año a más de 200 y las víctimas fatales superan las 17 mil.
El presidente Joe Biden lamentó lo ocurrido y pidió al Congreso convertir “el dolor en acción”.
Los legisladores, y en particular los republicanos, se niegan a limitar el acceso a los armamentos, al tiempo que la poderosa Asociación Nacional del Rifle presiona para rechazar cualquier cambio.
Los estadounidenses están, mayoritariamente, a favor del control de las armas de fuego, según recientes encuestas.
También las órdenes ejecutivas pueden contribuir a frenar la violencia, pero no solo depende del legislativo, como justifica Biden.
Mientras persiste la falta de acuerdo en el Capitolio sobre un proyecto al respecto y el Gobierno sigue de manos cruzadas, la población, en especial las minorías negra y latinas, ponen en gran medida las cuotas de muertos a causa de este flagelo social, como evidencian las estadísticas oficiales.
(Tomado de Orbe)