Una de las primeras víctimas de la expansión de la alianza atlántica en esta ocasión es el concepto mismo de la neutralidad. En el caso de Finlandia lo hizo desde 1948, en un esfuerzo por evitar cualquier otra confrontación, en especial, con la Unión Soviética.
Para Helsinki, fueron décadas de paz garantizada con el estatus neutral, mientras que Suecia lo convirtió en casi una divisa y un sello para el mundo desde el siglo XIX que le valió para quedar fuera de muchas de las complicaciones de la II Guerra Mundial y el fascismo nazi.
Sin embargo, los conceptos de pacifismo que guiaron a esas dos naciones nórdicas parecieron olvidarse en los últimos años, para ceder a una voluntad impuesta desde afuera, en especial desde Estados Unidos.
Ello, entre otras causas, llevó al gobierno finés a aumentar los gastos militares a un dos por ciento de su Producto Interno Bruto, algo que varios países europeos con economías más poderosas no lo hicieron en el pasado, como el caso de Alemania.
Suecia y Finlandia eran invitados frecuentes a grandes maniobras militares de la OTAN, con participación, en ocasiones, de hasta 30 mil militares del pacto bélico, creado en 1949.
En los últimos años, países de la OTAN como Estados Unidos, Reino Unido y Dinamarca, realizaron provocaciones con empleo de aviones de combate y buques de guerra en el mar Báltico, el mar del Norte y el mar Negro, en todo el límite de la frontera rusa.
Pero una cosa es participar esporádicamente y otra la de asumir el compromiso de formar parte de la OTAN, con el reto de anidar en sus respectivos territorios a tropas y medios de combate de esa alianza que ahora contaría con 30 países, consideran analistas.
Finlandia y Suecia podrían afrontar dilemas con su estatus no nuclear, en caso de que los aliados del pacto militar decidan situar allí armas de destrucción masiva, como parte del creciente cerco que forma en torno a Rusia, estiman expertos citados por el diario ruso Izvestia.
La polémica interna dentro de los mencionados países, con larga historia de movimientos antibelicistas, podría ser una de las causas que llevó a sus gobiernos a evitar un referendo sobre el ingreso a la OTAN y a sustituirlo por una mera votación parlamentaria, estima el rotativo.
La entrada de Finlandia y Suecia, que tomaron su decisión en medio de una operación militar en Ucrania, lanzada en febrero pasado por Rusia, llevaría la frontera a compartir por la OTAN con ese gigante euroasiático de los actuales mil 215 kilómetros a dos mil 600, más del doble.
El reto no solo sería para Moscú, que ya anunció la necesidad de crear unidades para reforzar su frontera norte, en caso de un ingreso de sus vecinos nórdicos, sino también para la propia OTAN, que asumirá nuevas áreas de riesgo de confrontación, incluida la nuclear, con Rusia.
Por otro lado, el camino al ingreso de las mencionadas naciones aparece empedrado con la posición de Turquía de plantear exigencias previas, antes de dar su consentimiento.
Ankara considera que Suecia y Finlandia son paraísos para el refugio de dirigentes kurdos y miembros de sus formaciones armadas, las cuales son consideradas terroristas por el país euroasiático, aunque ello no coincida, precisamente, con los calificativos del resto del orbe.
En 2019, Helsinki y Estocolmo se unieron al embargo de armas a Turquía como represalia por los ataques del ejército de ese país a grupos armados kurdos en el norte de Siria, aunque en ese caso pocos hicieron referencia a la necesidad de respetar la propia integridad territorial siria.
Además, el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan también exige que los citados estados nórdicos expresen un claro rechazo a la acogida de partidarios del clérigo musulmán Fatullah Gull, establecido en Estados Unidos y a quien responsabiliza con un fallido golpe de estado en 2016.
Todos esos tópicos, incluido el del inicio de una hipotética colaboración en materia de lucha antiterrorista, deben quedar reflejados por escrito, de lo contrario la respuesta de Ankara será no y todos conocen que las decisiones de la alianza atlántica se toman por consenso.
El caso turco se une a las ya existentes rivalidades y diferendos entre los miembros de la OTAN. Grecia protestó recientemente por la presencia militar turca en una zona que Atenas considera es parte de su zona de responsabilidad económica, en el mar Mediterráneo.
De su lado, Estados Unidos impuso sanciones a Turquía por su decisión de adquirir los sistemas antiaéreos rusos S-400.
Así, Helsinki y Estocolmo buscarán aumentar las filas de una organización que parece plantearse metas para actuar como policía global, por encima de preceptos de la ONU y en medio de una creciente oposición en el orbe a los intentos de Washington de imponer su hegemonía.
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