El sábado, 31 miembros del movimiento supremacista Patriot Front fueron detenidos en Coeur d’Alene, Idaho, donde supuestamente planeaban una revuelta para interrumpir un acto en favor de la diversidad sexual.
Esas detenciones se produjeron horas antes de que un grupo de Proud Boys, una de las milicias de extrema derecha del país, interrumpiera una lectura de libros para niños en San Lorenzo, California, ofrecida por una drag queen local, quien también es trabajadora social.
Por otro lado, ministros baptistas de Texas se hicieron virales en las últimas semanas por pedir al gobierno que ejecute a los homosexuales.
Tres personas de la comunidad fueron agredidas a la salida de una festividad en Salt Lake City, en Utah, mientras que la bandera de siete colores que celebra el orgullo fue objeto de vandalismo en una importante arteria de Boise, Idaho.
Estos incidentes de odio tienen lugar pese a que cada vez más estadounidenses aceptan y abrazan la igualdad y más estados adoptan leyes contra la discriminación.
Hace poco más de una década, menos de la mitad de los estadounidenses estaban a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo; hoy lo está el 70 por ciento de la población, de acuerdo con encuestas.
Los expertos que siguen la conversación nacional sobre los derechos LGBTQ dicen que la creciente aceptación de gays y lesbianas obliga a los opositores a dirigirse a un nuevo grupo minoritario: la comunidad transgénero.
Las legislaturas conservadoras de todo el país aprobaron medidas que les prohíben acceder a los baños que se ajustan a su identidad de género y a los deportes femeninos.
«El terreno en materia trans se asemeja al panorama del matrimonio cuando surgió como cuestión nacional en la década de 1990. La opinión pública se al reconocimiento y las leyes estatales estaban sin formar, lo que permitió a las fuerzas anti-LGBTQ recuperar la delantera en las guerras culturales», explicó la politóloga y activista Melissa Michelson.
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