Todo el color y el fervor de cientos de participantes en el espectáculo que evoca la grandeza de aquella civilización y sus portentosos logros, con una concurrencia de 60 mil turistas, según Víctor Boluarte, alcalde desde la cual el Inca gobernaba multicultural imperio.
La fiesta recuperó todo su esplendor tras dos años en los cuales el confinamiento le quitó la asistencia de público como ingrediente vital, debido al confinamiento contra la Covid-19; lo cual para los cusqueños es como si no hubiera existido.
Los asistentes no solo ocupaban posiciones en Sacsayhuamán, en las afueras de Cusco, sobre las murallas incas formadas grandes presas acopladas con precisión, sin argamasa alguna, sino que ocupaban las colinas que flanquean el lugar.
Sin embargo, el alcalde Boluarte anotó que antes de la pandemia la concurrencia llegada a 200 mil visitantes, entre peruanos y extranjeros y manifestó confianza en que año a año se incremente el número hasta recuperar esa cifra.
Desde antes del alba, los actores no profesionales que representan al Inca y a la Colla, su esposa, los protagonistas, las comparsas de danzantes y demás participantes, vestían sus coloridos trajes para el día esperado, que comenzó con una ceremonia de saludo simbólico entre el Inca y las autoridades actuales.
Esta vez el guión del espectáculo prohibido por los conquistadores coloniales y recuperado a partir de crónicas históricas, hubo algunos cambios acordes con los tiempos.
La Colla tuvo siempre una participación pasiva, sin parlamento, pero esta vez tuvo uno breve, y el alcalde cusqueño indicó que su importancia seguirá creciendo.
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