Su historia acontece en torno al enorme agujero en la tierra que existe en una isla remota. El Abismo, como lo llaman los pobladores de la ciudad que lo rodea, esconde infinidad de criaturas extrañas y valiosos artefactos de una civilización perdida, por lo que muchos deciden aventurarse a explorar sus profundidades en busca de tesoros.
En Made in Abyss, Riko es una joven huérfana que sueña precisamente con convertirse en una gran exploradora como su madre para desentrañar los misterios del insondable sistema de cuevas. Aunque su verdadera aventura comienza el día que conoce a un niño-robot con amnesia.
Visto así, quizás puede parecer que la serie versa solo sobre unos niños en un viaje entrañable. Pero en el Abismo nada es lo que parece.
Cada una de sus capas, reminiscentes de los círculos del Infierno, supone un nuevo desafío y posee una “maldición”; a tal punto, que la trama inicial de fantasía acaba tornándose a ratos en una historia de terror salpicada de sadismo. Mientras, el estilo chibi –que infantiliza aún más a los personajes– y el colorido de cada paisaje no hacen más que remarcar ese contraste.
Aun así, la odisea que plantea Made in Abyss atrapa al espectador por varios motivos, de los cuales el primero, y tal vez el más importante, es la excelente construcción de un mundo majestuoso, pero también salvaje. El Abismo, más que un simple escenario, descuella también como uno de los personajes principales de esta travesía. Guarda sus propios misterios, es alrededor de él que se yergue toda la trama, y se erige, en líneas generales, en el gran antagonista a superar dentro de la serie.
Basada en el manga homónimo de Akihito Tsukushi y producida por el estudio Kinema Citrus, la narrativa visual y el arte melódico de esta pequeña joya de la nipoanimación bien ameritan un repaso de sus 13 episodios anteriores antes de que volvamos a zambullirnos en las profundidades del Abismo con esta nueva temporada.
(Tomado de Orbe)