La idea venía de Radio Nederland Wereldomroep (RNW) en español, y a primera vista parecía una buena oportunidad que una emisora internacional le diera espacio a jóvenes de la nación caribeña para contar la vida cotidiana del país, tan tergiversada por los monopolios informativos transnacionales.
Sin embargo, tanta buena voluntad resultaba extraña y Romero, como otros participantes en el encuentro, declinaron la invitación; algunos sin saber que RNW tenía muy claros sus propósitos: una programación destinada a cuestionar la democracia, el gobierno y los derechos humanos en Cuba.
La captación de periodistas cubanos es uno de los métodos empleados para atacar al país, explica a Prensa Latina Ricardo Ronquillo, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC).
Esta forma parte de las acciones que desde el mismo triunfo de la Revolución cubana, en enero de 1959, utilizan los medios como espacios de subversión política, fundamentalmente promovidas por Estados Unidos, aunque empleen otras fachadas.
La doctora en Ciencias de la Comunicación Rosa Miriam Elizalde, en diálogo con Prensa Latina recuerda que “durante más de 60 años siempre la variable mediática ha sido importante dentro de la guerra contra el Gobierno cubano, empleándola para impulsar el llamado cambio de régimen”.
Estos programas, señala, tienen un diseño político mucho más estructurado desde finales de la década de los 80 y principios de los 90 del siglo pasado y con las administraciones de William Clinton (1993-2001) y George W. Bush (2001-2009) se enfocan más al escenario mediático y el digital.
Es una tendencia avalada desde el Informe de la Comisión para la asistencia a una Cuba Libre, de junio de 2004 y bajo la presidencia de George W. Bush, donde el fomento de proyectos de prensa aparece entre las principales líneas subversivas hacia la nación caribeña, aplicada por todos los gobiernos posteriores, ajustándola a su contexto.
Donald Trump (2017-enero 20, 2021) llegó incluso a crear un grupo de tareas para internet, que tiene entre sus misiones la generación de contenidos atractivos para las audiencias en el país antillano, además de la capacitación a personas para que lleven a cabo esa producción comunicativa vinculada a la política de cambio de régimen.
DOS MODOS DE ATAQUE, UN MISMO PROPÓSITO
En el panorama actual de esa guerra no convencional resaltan dos estructuras diferentes que buscan el mismo fin: destruir la Revolución cubana, precisa Elizalde.
Una proviene del mandato de Barack Obama (2009-2017), que se concentró en el desarrollo de medios en el entorno digital con una factura más profesional; y otra fomentada por su sucesor, mayormente vinculada a la estrategia de la llamada derecha alternativa, comenta la investigadora.
“Se trata de una serie de medios, nosotros hemos llegado a contar más de 150, casi todos digitales y con la palabra Cuba en la raíz del dominio, donde la hechura profesional no importa tanto, sino un discurso muy ideologizado, amarillista y en general generador de grandes corrientes de noticias falsas”, detalla.
Agrega que esos espacios están construidos para la intoxicación informativa y para crear un permanente estado emocional negativo sobre la Revolución cubana.
Son dos plataformas con iguales objetivos, algunas con evidencias explícitas de funcionar con fondos de fundaciones estadounidenses, pero que tienen maneras distintas de entender y relacionarse con el entorno digital cubano, donde a raíz de la penetración de internet se han ido diversificando los públicos, añade.
Una mirada al reporte de la norteamericana Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés), sobre fondos destinados a programas para Cuba el pasado año, publicado el 23 de febrero de 2021, revela que de los 42 proyectos listados, 20 corresponden o están relacionados con la labor de medios y periodistas, con más de dos millones 400 mil dólares asignados.
Entre las acciones que respalda ese dinero se encuentra la creación de revistas, publicaciones digitales y de productos multimediales, incluidos aquellos diseñados para su distribución a través de aplicaciones de mensajería instantánea.
Según la también vicepresidenta de la UPEC, Cuba vive una era que se parece mucho a la de otras sociedades, con una gran diversificación de los públicos y donde ya los medios tradicionales no son los hegemónicos.
Entonces, refiere, lo que hacen esas dos maquinarias mediáticas para la subversión es gestionar esos públicos: “una más enfocada en el sector profesional, los universitarios; y otra en las audiencias dispersas y con distintos intereses”; la agenda es la misma, pero la empaquetan de manera diferenciada.
De ese modo generan una fantasía de sociedad civil cubana, con grupos muy pequeños, pero que tienen una estructura y dinámica organizativa que permite dar idea de volumen y sembrar la percepción de un enorme acompañamiento a sus campañas, explica Rosa Miriam Elizalde.
Ambos conjuntos de medios cumplen además otra función, vinculada al plano simbólico de las agresiones contra la Revolución cubana: erigirse como una “alternativa” frente al actual modelo de prensa de la nación caribeña, apunta Ricardo Ronquillo.
El eje fundamental es la deslegitimación del sistema de prensa público de la isla, al que tratan de presentar como muy afectado por la censura, que no cumple con su responsabilidad social, y donde no hay prácticamente libertad para ejercer la profesión con total apego a la ética y los valores profesionales, sostiene.
El presidente de la UPEC agrega que buscan sedimentar la idea de que la alternativa es un modelo de prensa privada, al cual representan e insisten en catalogar de independiente de cualquier corriente política, a pesar de que actualmente algunos reconocen el financiamiento de agencias estadounidenses.
CONCURSOS, ACADEMIAS Y OTRAS FORMAS DE AGRESIÓN
En octubre de 2019 la periodista espirituana Dayamis Sotolongo se sorprendía frente a su nominación como finalista del premio Cubacron, auspiciado por el Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS). El asombro no provenía, sin embargo, de sentirse reconocida, sino porque ella jamás había enviado su trabajo al certamen.
En 2020 la historia volvió a repetirse, pero en este caso al subdirector del periódico de la provincia de Matanzas, Ayose García, le habían conferido el primer premio, a pesar de que nunca tuvo la voluntad de participar.
El IPYS es la organización más importante del grupo GALI (Grupo Andino de Libertades Informativas), que canaliza los fondos de agencias estadounidenses para la injerencia y la subversión contra gobiernos y organizaciones progresistas en América Latina.
De acuerdo con Ronquillo, la creación de eventos y concursos para periodistas cubanos, y la captación de profesionales del sistema público para los medios privados, son igualmente formas en las que se manifiestan los programas subversivos contra el país.
Asimismo, intentan fomentar una especie de Academia alternativa a las universidades de la nación caribeña, para lo cual promueven becas en distintas partes de América Latina, principalmente en México y Argentina, pero también en Estados Unidos y Alemania; destinadas en su mayoría a los jóvenes.
La lapidación mediática y a través de las redes sociales es otro de los modos de actuar, dice el presidente de la UPEC, un mecanismo empleado contra periodistas de gran autoridad pública, con posiciones a favor del proceso revolucionario; a quienes trataron de captar y, como no lo lograron, los desacreditan apelando a campañas muy sucias.
DINERO, CORRUPCIÓN Y CIENCIA CONTRA CUBA
Ningún gobierno que se precie daría la bienvenida a los programas destinados expresamente a derrocarlo, consideró en 2016 Fulton Armstrong, quien fuera coordinador de Inteligencia Nacional para América Latina en Estados Unidos.
En una entrevista para el sitio web Cubadebate, el analista significó que todas esas operaciones, tanto las que se efectúan de modo clandestino (utilizan métodos secretos), como las encubiertas (ocultan los objetivos y la política de financiación), violan la ley de su país.
Lo establecido es que esos fondos lleven la autorización explícita del presidente norteamericano, detallaba, sin embargo, “no hay responsabilidad, no hay contabilidad. Nadie tiene que rendir cuentas”.
Agregó que el Departamento de Estado y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) se han negado sistemáticamente a discutir las operaciones patrocinadas, y rechazaron las solicitudes de información, incluso las procedentes del Congreso.
Cuba se enfrenta a grandes laboratorios, hay mucha ciencia generando todas estas acciones de guerra blanda, enfatiza Rosa Miriam Elizalde.
“Hay grupos multidisciplinarios trabajando, mucha capacidad de cómputo destinada a saber exactamente qué pasa en cada manzana de este país”, un proceso de desestabilización que ya vivieron otras naciones.
Frente a todo ese andamiaje propagandístico de desmontaje del socialismo, acota Ricardo Ronquillo, tenemos el deber de avanzar hacia la construcción de un nuevo modelo de prensa pública, como demandan el pueblo y el sistema social escogido.
arb/ool/kmg
(*) Periodista de la Redacción Nacional de Prensa Latina