A juicio del especialista, el sistema político constituye el principal responsable del bienestar mental y de alimentar a la población con esperanza, pero no ocurre así, más bien se sobrevive con migajas.
Al-Khoury llama a reflexionar sobre la escasez de medicamentos que tratan la ansiedad, la depresión y el insomnio, un añadido de tensión a las consecuencias de 18 meses de inestabilidad política.
Dado que el Estado los subsidia por completo, los ciudadanos comenzaron a acumularlos ante anuncios de la eliminación de subvenciones en la medida que merman las reservas de divisas en el Banco Central.
La debacle económica, la pandemia de la Covid-19 y la explosión en el puerto que, junto a la disputa de los políticos por nominar un Gobierno, refuerzan en algunos la creencia de un mejor mañana.
Khoury, que ejerce en el Centro Médico de la Universidad Americana de Beirut, advirtió sobre las consecuencias a largo plazo del deterioro de la salud mental de la población.
‘Incluso si no nos está matando, nos está matando suavemente como dice la canción’, indicó.
Sin plan para solucionar los problemas del país, el impacto en la vida de las personas los empuja a un nocivo desasosiego e inseguridad.
El farmacéutico Toni Abou Habib advirtió de un aumento notorio de consumo de antidepresivos que comenzaron a faltar en sus estantes por razones diversas.
Los hechos de 2020 tomaron por sorpresa las previsiones comerciales y con posterioridad la oferta superó la demanda.
Además, la devaluación de la libra libanesa respecto al dólar derivó en la afluencia de compradores extranjeros que ante la debilidad de la moneda nacional adquieren medicamentos en cantidades y se los llevan del país.
Con miles de dólares, vienen de Egipto, Libia, Jordania, Iraq y Siria, los cambian en el mercado paralelo para luego acaparar medicinas y comercializarlas a mejores precios en sus respectivos países. La ganancia roza las ocho veces, dijo.
mem/arc