Las instalaciones supondrán una promesa de fortalecimiento, así como un aumento del comercio y una distribución eficaz de la ayuda humanitaria en momentos de desastre, subrayó un reporte del organismo regional.
Ello donde son amenazas constantes para la seguridad alimentaria las condiciones meteorológicas extremas, la dependencia de las importaciones de Estados Unidos y barreras económicas, señaló.
La agricultura y la pesca caribeñas están desproporcionadamente expuestas a los efectos del clima sobre los patrones meteorológicos, las temperaturas de la superficie del aire y del mar, y la disponibilidad de agua dulce, remarcó en el texto.
Esas amenazas –amplió- se ven agravadas por la factura de importación de alimentos de la región, que asciende a cinco mil millones de dólares y representa el 80 por ciento de todos los productos consumidos.
Los países del Caribe sufren pérdidas anuales por los daños de las tormentas -medidos en propiedades, cultivos y ganado- equivalentes al 17 por ciento de su product interno bruto (PIB), según datos de las Naciones Unidas.
Los impactos en la cadena de suministro de la Covid-19 y el efecto de la guerra en Ucrania han contribuido a un aumento del 46 por ciento en la inseguridad alimentaria de moderada a severa en la región.
Entre febrero y agosto de 2022 el 57 por ciento de la población en esta área luchó por poner comida en la mesa, la tasa más alta desde 2020.
Hay esperanza, empero, de mejorar la resiliencia en medio de la creciente incertidumbre mundial, destacó la Caricom.
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