Estadísticas del Banco Asiático de Desarrollo (BAD) arrojaron cifras alarmantes sobre el impacto de la enfermedad en una región caracterizada por sus dispares niveles de desarrollo y cuyas economías dependen, en buena medida, del turismo, la industria manufacturera y el comercio internacional.
De acuerdo con el BAD, la Covid-19 empujó allí el pasado año a la pobreza extrema a 4,7 millones de personas como resultado de la desaparición de 9,3 millones de puestos de trabajo.
A ello se suma el hecho que la situación se agravó con el endurecimiento de las tasas de interés globales, las interrupciones en la cadena de suministro y el aumento de los precios de las materias primas y la inflación, lo cual provocó que la desigualdad de ingresos aumente más rápidamente que en la era pre-pandémica.
Por otro lado, y según un informe del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias elaborado en 2020, en Asia Sudoriental hay alrededor de 61 millones de personas subalimentadas, una cifra que con seguridad aumentó como consecuencia de la Covid-19.
Justo es recordar que si a principios de la década de 1990 las tasas de subalimentación en ese bloque (cercanas al 31 por ciento) eran las más altas del mundo, estas disminuyeron a menos de un 10 por ciento en el período de 2014 a 2016, ubicándose por debajo de las observadas en otras regiones.
No obstante, y según los especialistas, los variables niveles de desarrollo existentes entre los países del área, que cuenta con una población de más de 630 millones de habitantes, significan que la seguridad alimentaria seguirá siendo un aspecto importante por resolver.
Así, mientras países como Vietnam exhiben un alentador panorama en el combate a la pobreza extrema y el hambre, otros como Myanmar enfrentan un cuadro totalmente distinto.
De acuerdo con estimados del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la mitad de la población de esa nación pudiera quedar en 2022 por debajo de la línea de la pobreza debido a la pandemia de Covid-19 y por los efectos del golpe de Estado ocurrido allí recientemente.
Si no se interviene, el efecto combinado de estas dos crisis podría empujar a 12 millones de personas a la miseria en Myanmar, con lo cual serían hasta 25 millones de ciudadanos, casi la mitad de la población, los que quedarían por debajo del umbral nacional de la pobreza, un nivel de empobrecimiento no visto en el país desde 2005, advirtió el organismo.
Aunque con matices diferentes, la pandemia también frenó el avance de la lucha contra la pobreza y el hambre en Cambodia, pese a que la ágil y efectiva respuesta gubernamental posibilitó un rápido control de la enfermedad.
Según proyecciones de expertos de las Naciones Unidas, la pobreza extrema en aquella nación podría duplicarse y llegar a cerca de un 17,6 por ciento de la población, después de experimentar un notable descenso del 53,2 por ciento en 2004 a un 10 por ciento en 2019.
Y es que la economía de Phnom Penh depende fundamentalmente del turismo, que atrajo hasta dos millones de visitantes internacionales anuales en el período prepandémico y de repente sufrió una abrupta caída del 90 por ciento en el volumen de pasajeros, ante las restricciones de vuelo impuestas en el mundo por la Covid-19.
VIETNAM, UN TRIUNFO DEL CRECIMIENTO INCLUSIVO
Como un triunfo del crecimiento inclusivo pueden catalogarse los incuestionables logros de Vietnam en su camino hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas sobre la eliminación de la pobreza y el hambre.
Y aunque diversas, en todos los casos las estadísticas corroboran ese ejemplar desempeño. Así, cifras oficiales indican que entre 1993 y 2020 la miseria en esta nación indochina se redujo del 58,1 por ciento al 2,75 por ciento.
Mientras, el más reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), dado a conocer en septiembre último, señala que la tasa de pobreza multidimensional aquí disminuyó de 18,1 puntos porcentuales en 2012 a 4,4 en 2021.
El Banco Mundial, por su parte, señaló en un reporte publicado en abril pasado, que en la última década más de 10 millones de personas lograron salir de esa situación gracias a lo que consideró un progreso socioeconómico sin precedentes en menos de medio siglo desde el final de la guerra.
Durante los últimos 10 años, subrayó la entidad, Vietnam registró un crecimiento inclusivo gracias a las mejoras en el bienestar, logradas en toda la distribución económica del hogar. La salida de la pobreza ocurre en la mayoría de los grupos y muchas familias salieron de esta situación en solo una generación, acotó.
Para consolidar tales avances, el Gobierno vietnamita elaboró y aprobó un Plan Nacional para la Reducción de la Pobreza, correspondiente al período 2016-2020, en virtud del cual destinó más de cuatro mil 43 millones de dólares con ese propósito.
En tanto, en enero de este año el primer ministro, Pham Minh Chinh, dio luz verde a un programa similar para la etapa 2021-2025, que dedicará unos tres mil 300 millones de dólares más para llevar adelante la tarea.
El propósito es lograr que la tasa de hogares pobres, de acuerdo con el criterio multidimensional, se mantenga entre 1,0 y 1,5 por ciento por año, en tanto el índice de pobreza en las minorías étnicas disminuya en más de tres puntos porcentuales anualmente.
En ese lapso se prevé además que un 30 por ciento de las localidades pobres, especialmente las comunas de las zonas costeras y las islas, salgan de esa condición y la tasa de familias en situación precaria en estos lugares se reduzca entre cuatro y cinco por ciento al año.
De cualquier modo, conseguir tales logros y mantenerlos no resulta, ni resultará, una misión fácil si se considera que Vietnam es considerado uno de los países mayormente afectados por el cambio climático y el aumento del nivel del mar.
Hace ya una década, durante la Conferencia para Asia-Pacífico de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el entonces primer ministro, Nguyen Tan Dung, alertó que el apoyo a Hanoi en la lucha contra el cambio climático, por el desarrollo agrícola y la producción eficaz y sostenible de alimentos contribuiría a garantizar la seguridad alimentaria del mundo.
Más recientemente, y al intervenir ante la Comisión de Asuntos Económicos y Financieros de la Asamblea General de la ONU en nombre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), el embajador vietnamita Dang Hoang Giang reiteró el compromiso del bloque de erradicar la pobreza y garantizar la seguridad alimentaria.
Ante la previsión de que casi 670 millones de personas, equivalente a ocho por ciento de la población mundial, afrontarán escasez alimentaria hasta 2030, la Asean acelera la implementación de la estrategia de cooperación en alimentos y agrosilvicultura durante el período 2016-2025, anunció.
El diplomático puntualizó que la esfera agrícola no contribuye solo a generar empleos para un 30 por ciento de la población de la región, sino que ayuda también a erradicar la pobreza y superar la desnutrición.
Siendo una de las zonas con el riesgo más alto frente al cambio climático, la Asean reforzará la implementación de la Convención Marco de ONU al respecto y el Acuerdo de París, y cooperará con la comunidad internacional en la erradicación del hambre, el desarrollo agrícola sostenible y la seguridad alimentaria, reiteró.
EFECTO COVID-19
Como en el resto del mundo, el azote de la pandemia de Covid-19 afectó también a Vietnam en el empeño de reducir con mayor celeridad la pobreza multidimensional, un índice en cuya aplicación es también país pionero en la región de Asia y el Pacífico.
De acuerdo con un reporte sobre el tema presentado en julio último, Vietnam logró avances en la disminución de la pobreza multidimensional gracias al aumento del empleo, la mejora de los servicios sociales y la ampliación del sistema de la protección social.
No obstante, admitió el reporte gubernamental, la vulnerabilidad y la disparidad siguen siendo desafíos, de modo que aun cuando la tasa de pobreza nacional disminuyó, ésta continúa siendo alta entre las minorías étnicas.
En ese sentido, la asistente del secretario general de las Naciones Unidas y directora regional para Asia-Pacífico del PNUD, Kanni Wignaraja, recomendó, entre otras cosas, aumentar la escala de proyectos pilotos exitosos a favor de las comunidades étnicas.
Wignaraja sugirió asimismo fomentar y mejorar el empleo de alta productividad, la prestación de servicios sociales básicos de calidad y su accesibilidad para las comunidades reducadas en áreas remotas, y ampliar la protección social, no como una respuesta temporal a las crisis, sino como un sistema permanente más flexible y abierto.
De momento, el propio PNUD aprobó un nuevo Programa Nacional para el período 2022-2026, en el cual se compromete a apoyar a la nación indochina en su proceso de desarrollo, enfocándose en la transformación económica hacia un modelo de crecimiento verde, sostenible e inclusivo.
Los tres objetivos principales del plan son avanzar en la transformación económica para un desarrollo próspero y sostenible, desplegar acciones responsables a fin de hacer frente al cambio climático y, por último, el fortalecimiento del sector de la administración pública.
El documento reconoce los logros de Vietnam en la reducción de la pobreza, destaca su papel pionero en este ámbito y exalta los esfuerzos del país para disminuir ese indicador de la manera más equitativa posible, en comparación con el resto de las naciones de la región del Sudeste Asiático.
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