Cientos de vecinos cambiaron sus cervezas en el distrito de San Miguel por escobas y mangueras para eliminar el destrozo que causó una de las más grandes desgracias en la historia del país.
Las detonaciones, a unos pocos cientos de metros de ese barrio capitalino, no dejó sanos ventana o puerta alguna en bares, restaurantes y apartamentos.
De hecho, caminar por las calles suponía enfrentar restos de vidrios o estructuras metálicas sin esquiva posible.
Empero, los sanmiguelinos acometieron una operación de limpieza con sus propios recursos, pues el Estado aún no se ve presente por lado alguno.
Las molestias de los vecinos se hicieron visibles en Fadlallah, quien con guantes de plástico y una máscara arrojó fragmentos de vidrio a la entrada de la sucursal de la compañía estatal Electricite du Liban.
“Para mí, este Estado es un vertedero… (y a continuación, una palabrota), y en nombre de las víctimas -añadió- el vertedero que los mató seguirá siendo un vertedero”, precisó en declaraciones a medios informativos locales.
Un conteo parcial da cuenta que las detonaciones de este martes segaron la vida de más de 135 personas e hirieron a unos cinco mil.
“Estamos tratando de arreglar este país. Hemos estado tratando de arreglarlo durante nueve meses, pero ahora lo haremos a nuestra manera”, indicó otro vecino de San Miguel.
Los residentes de esa zona capitalina que se caracteriza por muchos sitios de esparcimiento, barren y casi erradicaron las secuelas de las explosiones, ahora ostensibles en los edificios e instalaciones.
“Estamos enviando personas a hogares de ancianos y discapacitados para ayudarlos a encontrar un lugar donde pernoctar”, dijo Husam Abu Nasr, uno de los voluntarios.
Las autoridades estiman que, como resultado de la onda expansiva de las explosiones, unas 300 mil casas o apartamentos sufrieron daños totales o parciales y muchos de sus residentes deambulan por las calles o encontraron refugio con parientes o amigos.
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