Según la prensa local, durante un encuentro con el ministro del Interior, Tawfiq Sharaf al-Din, el mandatario pidió tranquilidad a los africanos que residen legalmente en este país y aseguró que nadie les dará daño.
Tras ratificar que su gobierno no aceptará a ilegales, manifestó que tampoco permitirá los planes para asentar a esas personas en Túnez con el objetivo de cambiar la composición demográfica.
Ante su interlocutor, el gobernante también acusó a sus adversarios políticos de intentar utilizar sus declaraciones de manera incorrecta para encender, en su opinión, el fuego de la sedición.
Organizaciones de derechos humanos, entre ellas el Foro Tunecino de Derechos Económicos y Sociales, criticaron anteriormente al Jefe de Estado, Saied, por pronunciar lo que calificaron de discurso racista sobre los migrantes de África subsahariana.
Consideraron que tal alocución incita al odio y la violencia contra esas personas, con probabilidades de que alimente una eventual crisis migratoria.
Según fuentes humanitarias, Túnez, país con unos 12 millones de habitantes, acoge a miles de inmigrantes, entre ellos residentes legales, estudiantes e indocumentados, que proceden en su mayoría de estados como Costa de Marfil, Mali, Camerún, Ghana y Guinea.
Cada año miles de africanos, a través de las costas tunecinas, intentan llegar a territorio europeo, muchas veces sin conseguirlo por naufragios en el mar Mediterráneo, en busca de empleo y mejores condiciones de vida.
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