El 31 de julio de 1981, la aeronave De Havilland Twin Otter (DHC-6) con matrícula FAP 205, propiedad de la Fuerza Aérea Panameña, y conducida por el capitán Azael (Cholo) Adames y su copiloto Víctor Rangel, se estrelló en el Cerro Marta.
Entre los pasajeros, además del general Torrijos, viajaban la odontóloga Teresa Ferreira, el sargento Ricardo Machazek (escolta), el mecánico Eric Rivera y el asistente Jaime Correa. Todos fallecieron.
Para Trujillo, ningún civil puede dar fe de lo que pasó aquel día, y agregó que solo los militares con acceso al general podrían describir los misterios en torno a su trágica muerte, de la cual él tiene su propia versión.
Como aviador que cumplió no pocas misiones especiales de Torrijos, aquella mañana resultaba inolvidable, porque el 31 de julio era también el día de su cumpleaños.
Unas dos semanas antes del siniestro, Trujillo llegó como es habitual a la Fuerza Aérea donde su jefe, Alberto Porcell, le comunicó que debía disfrutar de 15 días de vacaciones.
Sin embargo, en algún momento le llamó la atención que dos militares norteamericanos, junto a quien vendia piezas a la Fuerza Aérea, Orlando Villarreal -una de cuyas hijas se había casado con el hijo del exjefe del Estado Mayor Rubén Darío Paredes-, permanecían al lado de aquella aeronave con las narices abiertas.
Trujillo indagó sobre lo que hacían y por respuesta le dijeron que conectaban un “radar” a solicitud del propio Torrijos.
Entonces rechazó aquel trabajo y les aseguró que a su General no le agradaba volar con esos radares, a lo cual Porcell le pidió que no se inmiscuyera y saliera a disfrutar de su descanso; le certificó que personalmente había recibido la instrucción de Torrijos de instalar el radar.
Años después, al reconstruir aquellos lamentables sucesos y basado en la experiencia de recibir en 1976 estudios sobre guerra electrónica y cursos técnicos como comandante de escuadrón en una academia de Brasil, Trujillo asoció evidencias.
Llegó a la conclusión que el accidente fue provocado, para lo cual usaron la tecnología que terminó desactivando todos los instrumentos de navegación del avión.
Esto es historia real y pura, aseguró. “Luego me indicaron estar presente en las labores de búsqueda cuando ya era evidente que el avión de Torrijos había desaparecido, y recordamos que el piloto de helicóptero, capitán Juan Antonio Guisado, fue quien primero divisó la cola de la aeronave siniestrada en el Cerro Marta al día siguiente, un sábado”.
Suponemos que una de las explosiones hizo estallar el tanque de combustible del avión, y calcinar casi toda estructura y los cuerpos de los fallecidos.
FALTAN PRUEBAS
Solo 24 horas después del siniestro salieron las primeras noticias que conmocionaron al país, a la región y al mundo. Inicialmente se dijo que las malas condiciones climatológicas pudieron haber incidido en el accidente en el que perdieron la vida Torrijos y sus acompañantes.
En una entrevista publicada en el diario La Estrella de Panamá, el biógrafo y amigo de Torrijos, el periodista español Zoilo G. Martínez de Vega, aseguró que “al general lo murieron, pero nos faltan las pruebas».
Sobre lo que considera también un accidente aéreo no investigado, Martínez de Vega hace alusión en el libro “Las guerras del general Omar Torrijos” a 15 razones para eliminarlo en los tiempos del ‘Plan Cóndor’.
Acerca de los motivos del magnicidio, el exdirector de la agencia de noticias internacional EFE en Centroamérica indicó que son tantos como los enemigos que tenía Torrijos:
Desde las multinacionales bananeras norteamericanas, que tramaron su asesinato durante la Guerra del Banano en 1973-74, hasta la familia de Anastasio Somoza, su enemigo personal y al que ayudó a derrocar, junto al presidente venezolano Carlos Andrés Pérez.
Otro sospechoso era el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan (1981-89), radicalmente opuesto a la entrega del Canal a Panamá por parte de Washington.
Finalmente, hay sospechas fundadas en la complicidad del Estado Mayor de la Guardia Nacional panameña. Consta que el general Torrijos proyectaba viajar a París la semana siguiente a su muerte, llevándose al general Manuel Antonio Noriega y a otros miembros de Estado Mayor para jubilarlos y jubilarse él mismo.
NO LO VERÍA MÁS
En entrevista con el periodista de Prensa Latina, Ciro Bianchi, el escolta personal de Torrijos, Chuchú Martínez, aseveró que “hubiera querido acompañarlo en aquel recorrido, pero no fue posible, y hoy a muchos le parecerá mentira, pero lo vi irse,lo vi irse, lo vi irse, y tuve el presentimiento de que no lo vería más”.
El presidente Omar Torrijos sobrevolaba el brumoso Cerro Marta, al norte de Coclesito, el 31 de julio de 1981. Allí tenía una casa de madera, donde recibía a los amigos y en la que solía apartarse del mundo en busca de esa “complicidad de clases” que lograba con los campesinos, con quienes expresaba su verdadera personalidad.
Su bimotor Twin Otter desapareció durante condiciones climáticas extremas y no se reportó como perdido hasta un día después, debido a la limitada cobertura del radar.
El cuerpo de Torrijos fue recuperado a inicios de agosto. Todavía resuenan sus palabras pronunciadas ante campesinos durante la inauguración de un ingenio en Veraguas, su provincia natal, el 24 de julio de 1971: “Si caigo, recojan la bandera, denle un beso y sigan adelante”.
El pueblo panameño todavía le debe eso al hombre que recibía a los visitantes sentado en su hamaca y a quien le apasionaba la idea del Héroe Nacional de Cuba, José Martí, que evocaba a su manera: “Nuestro vino es agrio, pero es nuestro vino”.
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