Esa iniciativa proporcionó a los Estados miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) orientaciones estratégicas para reducir de manera sustancial el riesgo actual de infecciones relacionadas con la atención de salud, incluidas las que presentan resistencia a los antimicrobianos.
Las infecciones se cuentan entre los eventos adversos más frecuentes que pueden darse en el contexto de la prestación de servicios sanitarios, entre ellas la pandemia de COVID-19 y los recientes brotes epidémicos importantes, como la enfermedad por el virus del Ébola, el síndrome respiratorio de Oriente Medio y la enfermedad por ebolavirus Sudán.
Todas pusieron claramente de manifiesto las deficiencias existentes en los programas de prevención y control de infecciones en todos los países, advirtieron los participantes en los debates.
Especialistas de la OMS ratificaron que la estrategia establece una visión de que para 2030, todas las personas que accedan a la atención de salud o la presten estén a salvo de las infecciones relacionadas con dicha atención.
Sus tres objetivos clave son: prevenir las infecciones en la atención de salud, adoptar medidas para garantizar que existan programas de prevención y control de infecciones y que se implementen, y coordinar las actividades en materia de control de contagios con otras esferas y sectores.
Para ello se centra en cualquier entorno en el que se preste atención de salud y se basa en el principio de un cuidado limpio y seguro como componente fundamental del derecho a la salud, impulsado por la equidad y la sostenibilidad.
La estrategia mundial de prevención y control de infecciones se complementará con un plan de acción mundial y un seguimiento, que se elaborarán entre 2023-2024 para su aplicación.
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