El servicio conmemorativo tuvo lugar en el salón Nippon Budokan de esta capital con la presencia de más de mil 800 personas, incluidos representantes de la casa imperial y familiares en duelo de varias prefecturas.
El emperador Naruhito pronunció un discurso en el cual mencionó que la paz y la prosperidad de la nación han sido el resultado de los incansables esfuerzos de sus ciudadanos, pese a las penurias soportadas después de la guerra.
Asimismo, enfatizó en la importancia de mirar al pasado y reflexionar profundamente para que no se repitan los horrores de la contienda bélica.
“Junto al pueblo de Japón, ofrezco mis más sinceras condolencias a los caídos en combate y rezo por la paz mundial y el mayor desarrollo de nuestro país”, expresó.
Por su parte, el primer ministro Fumio Kishida destacó que la nación asiática, bajo la bandera del pacifismo proactivo, aunará esfuerzos con la comunidad internacional para intentar solucionar los diversos conflictos alrededor del planeta.
Temprano en la mañana, hora local, el jefe de gobierno envió una ofrenda floral al santuario Yasukuni de Tokio, donde se honran las almas de los caídos en la mencionada conflagración.
Los 14 criminales de guerra japoneses, incluido el otrora primer ministro, general Hideki Tojo, también aparecen entre los nombres consagrados en el Yasukuni.
En tal sentido, la visita de los líderes nipones al templo resulta controvertida a los ojos de algunos de sus vecinos continentales como China y Surcorea.
El imperio japonés, parte de las “Potencias del Eje” junto a la Alemania Nazi e Italia, fue derrotado por “los Aliados” (Unión Soviética, Estados Unidos y Reino Unido) durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
El saldo de víctimas niponas rondó los 2,3 millones de militares y 800 mil civiles, incluidos los fallecidos por las dos bombas atómicas estadounidenses lanzadas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
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