En medio de tanta modernidad, los amish quedaron anclados en el tiempo, pensé. Todavía viven y trabajan como lo hacían sus antepasados.
Los miembros de esa comunidad se oponen a cualquier tipo de progreso que implique el uso de electricidad o las nuevas tecnologías, y prefieren la sencillez en todos los sentidos.
Según las referencias históricas, se establecieron en América del Norte y son descendientes de inmigrantes europeos que llegaron a la región entre finales los siglos XVII y principios del XVIII, concentrándose fundamentalmente en esa parte del territorio estadounidense, así como en Ohio e Indiana.
En Pensilvania, los miembros del grupo etnorreligioso se instalaron en el condado de Lancaster, que en la actualidad alberga el asentamiento amish más antiguo del país.
Algunos estudiosos señalan que llegaron a esa localidad a finales de la década de 1720, en particular en el año 1730.
Desde entonces viven sin complejidades: usan lámparas de propano e instrumentos de hierro, sus refrigeradores son de gas, y los equipos para ordeñar y los pozos son impulsados por compresores.
Antes de comenzar el nuevo milenio, los amish empezaron a utilizar el sol como fuente de energía.
Además, fabrican gran parte de su ropa y cuentan que las niñas sujetan los vestidos mediante alfileres para que crezcan usándolos con el paso de los años.
Un dato: Lancaster, la urbe, ubicada en el centro sur de Pensilvania, es una de las ciudades más antiguas de Estados Unidos y el 27 de septiembre de 1777 fue la capital… por un día.
(Tomado de Orbe)