Los residentes de una aldea en el estado de Kaduna, en el norte de Nigeria, fueron sorprendidos la víspera mientras dormían por un ataque acompañado del incendio de sus viviendas, por lo que muchas de las víctimas fatales murieron quemadas en el interior de sus hogares.
Al mismo tiempo fue atacado el cuartel general de la división de la Policía de Nigeria en la ciudad de Zurmi, en el estado de Zamfara, donde murieron siete personas, incluido un agente.
Los raptos masivos, en particular de menores del sexo femenino y de funcionarios gubernamentales, por cuya liberación demandan rescates en metálico, es una de las principales formas de obtener ingresos por parte de los grupos islamistas que operan en este vasto país del occidente africano.
En los últimos tiempos, el modus operandi fue adoptado por bandas armadas de delincuentes las cuales, además, atacan y saquean aldeas sin que las autoridades logren ponerles freno.
Los ataques de grupos islamistas y delincuentes contra poblaciones inermes junto a los secuestros constituyen los dos principales dolores de cabeza de las autoridades centrales nigerianas a los que se suman los frecuentes conflictos entre pastores y granjeros por el uso de agua y zonas de pastoreo.
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