El cubano promedio se caracteriza por su mestizaje, tanto desde el punto de vista racial como cultural. Ello se debe a la formación de una nacionalidad a partir de la fusión de lo español con lo africano en primer término. Sin embargo, a esa unión se añadieron ingredientes chinos, judíos, árabes, alemanes, franceses, y de variadísimos sitios más.
Esta relación también se reflejó con fuerza en la forma de alimentarse, desde un lejano siglo XV cuando se realiza la primera exploración de este archipiélago por los navegantes españoles.
Tal es así, que el Ajíaco, el plato típico por excelencia en Cuba, tiene en su lista los ingredientes que le dieron orígenes, pero también aquellos añadidos con el tiempo.
Ajíaco, por ejemplo, es una voz que proviene de la tradición Taína, la cultura aborigen más desarrollada de las encontradas por Cristóbal Colón en la mayor de las Antillas. Ellos echaban, en demasía ají, de ahí el nombre (Ajíaco).
Pero el Ajíaco fue transformándose. A un caldo originario de ajíes, hierbas, raíces, viandas y algunas carnes, los españoles añadieron otras formas de comer, introduciendo carne fresca de res, tasajo, lacón, nabos o calabaza.
Por tanto, una receta tan simple como esta, se transformó en toda una novedad, propia de lugares humildes, pero también de restaurantes de lujo.
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