La escasez de combustible obligó al cierre de restaurantes, cafeterías, bares, clubes y todo tipo de negocios tanto públicos como privados.
Los jefes sugirieron que los empleados queden en casa por la falta de transporte.
Atrapado en una interminable cola en una gasolinera de Beirut, Mohammed, que eludió dar su nombre completo, dijo que no veía luz alguna al final del túnel.
‘Tenemos que salir de Líbano. Todos tenemos que salir’, declaró el ingeniero de 30 años de edad.
Su bebé de seis meses lloró durante toda la noche por el calor y su familia consume los ahorros en mantener en funciones un generador privado para el concentrador de oxígeno de su abuela, relatò a The Daily Star.
‘No hay esperanzas’, anticipó.
El estado declaró un día de luto por la explosión ocurrida este domingo en la norteña región de Akkar que dejó un saldo de 28 muertos y unos 80 heridos.
Manifestantes enojados incendiaron la casa del dueño del terreno donde acaeció la explosión de un camión cargado de gasolina.
Las circunstancias exactas de la detonación no están claras del todo.
A los propietarios de estaciones de servicio los acusan de acumular hidrocarburos para obtener riquezas de la especulación.
El empeoramiento de la situación lo catalizó el anuncio del Banco Central de que eliminaría los subsidios a las importaciones de combustible, lo cual de inmediato empujó a un alza de precios en casi todos los sectores.
A medida que se desmorona la vida cotidiana libanesa, la violencia emerge con peleas y reyertas mortales en las gasolineras y otros sitios, mientras los ciudadanos temen por su seguridad.
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