Según el gobernador de Beirut, Marwan Abboud, el aumento de la pobreza influyó en este tipo de acciones al comprender sus sustractores que están hechas de hierro fundido cada día más caro.
Cada tapa, explicó, pesa unos 70 kilogramos y en fundiciones, herrerías y otros sitios donde se requiere, no miran su origen sino el provecho.
Con la peor crisis económica en décadas, El Líbano registra esta nueva modalidad con mayor acento desde la explosión del pasado 4 de agosto en el puerto capitalino, que causó la muerte a unas 200 personas, hirió a unas seis mil y destruyó hogares de 300 mil.
La libra libanesa se depreció en más de 80 por ciento frente al dólar en el mercado negro, y un número creciente de ciudadanos engrosa las filas de la pobreza extrema y no encuentra una solución a sus problemas.
Las tapas de alcantarilla parecen ser una vía para algunos de ellos que, al sacarlas de sus sitios y venderlas, ponen en peligro a los vehículos y los peatones sobre todo en la noche.
A causa del colapso financiero, las autoridades alegan que no pueden permitirse reemplazarlas y las calles de Beirut comienzan a llenarse de huecos y avisos policiales sobre atención a la vía.
Abboud declaró que realizan un despliegue de agentes durante día y noche para contener a los ladrones, pero es imposible vigilar cada registro del alcantarillado en la ciudad.
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