Por Maite Marrero Canda
Pero esa vez no sería una alarma más; las escalofriantes imágenes de la tragedia en las redes sociales y más tarde en la televisión, junto a la llegada de los primeros sobrevivientes a la cabecera municipal, bastaron para que la brigada se sumara de inmediato a la atención de los miles de damnificados.
Después de cumplir con la jornada laboral diaria en el área de salud, montaron voluntariamente guardias nocturnas en los albergues improvisados para acoger a quienes lo perdieron todo.
La Escuela Oficial Urbana Mixta Tipo Federación José Martí fue el primer bastión de estos héroes anónimos, pues la gran prensa nacional nunca reflejó la entrega de aquellos días en que no solo enfrentaron la tragedia desde el punto de vista médico, sino también humano.
Cuba y sus médicos volvían a estar junto al pueblo guatemalteco como en 1998, cuando el huracán Mitch devastó grandes zonas de la tierra del Quetzal y de Centroamérica.
Sin embargo, no llegaron ante el llamado de socorro que por esos días hizo el Gobierno, pues ya estaban aquí y con el aval entonces de 20 años de presencia ininterrumpida en 16 de los 24 departamentos, además de un conocimiento profundo de su población local.
Hacinamiento, malas condiciones higiénicas y de manipulación de los alimentos fueron los mayores peligros que encontraron. La tarea se hizo más fácil con el refuerzo, el 14 de junio, de una brigada multidisciplinaria proveniente de los 16 departamentos de 24 donde tenía presencia la Brigada Médica Cubana (BMC).
Veinte especialistas en Epidemiología, Medicina General Integral y Pediatría, las de mayor demanda tras la emergencia, se sumaron a sus compañeros de Escuintla para garantizar 24 horas de atención sanitaria y vigilancia epidemiológica en cuatro albergues con una población de dos mil 672 afectados.
La mayoría tenía experiencia en enfrentamientos de epidemias como el ébola, cólera y dengue, pues integraban el Contingente Henry Reeves, fundado por el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro.
También se les unieron médicos guatemaltecos formados en la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana, e incluso, otros llegados de El Salvador, una muestra más de la solidaridad ante la tragedia que vivían sus hermanos guatemaltecos.
A dos años de la catástrofe, los colaboradores cubanos siguen en Escuintla; muchos de los que vivieron esa triste experiencia ya no están porque regresaron a casa, o quizá anden por estos días en otras tierras que solicitaron la ayuda de Cuba para enfrentar la epidemia de la Covid-19.
Prensa Latina tuvo el privilegio de estar con ellos y reportar sus historias. No aspiraban a titulares, porque entonces como ahora, les basta recibir un ¡Dios los bendiga¡, el agradecimiento más sincero de los nacidos en la tierra del Quetzal.
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