Si bien el plato fuerte son las competiciones, la fiesta no se inicia con la inauguración de cada cita, sino desde mucho antes cuando comienzan las pujas para obtener la sede, algo que pudiera considerarse un deporte en sí, teniendo en cuenta la competitividad cada día mayor entre las ciudades aspirantes.
Entre las tantas cartas de presentación de los países que postulan los aspirantes a anfitriones del súper evento, figura la tecnología. De hecho, buena parte de la historia del desarrollo tecnológico mundial pudiera escribirse paralela al devenir olímpico.
Los más increíbles adelantos, ya sean aplicados a las instalaciones, las indumentarias y los implementos usados por los atletas, o las transmisiones televisivas, por solo citar algunos, surgieron, se reforman y se superan en cada cuatrienio.
FÓRMULA GANADORA
Fue en 1912, en los Juegos de Verano de Estocolmo, por ejemplo, donde comenzaron a utilizarse los cronómetros electrónicos de forma masiva en disciplinas como las carreras, la natación y el fútbol.
Veinte años después, en Los Ángeles 1932, el debut de OMEGA -la marca de cronómetros y pistolas de salida- marcó el inicio de la profesionalización de las mediciones en estas competencias.
Los Juegos de Verano de Berlín en 1936, nos legaron las primeras transmisiones televisivas en vivo, si bien formaban parte de la propaganda nazi impulsada por Hitler; los de Londres 1948, el ‘Magic Eye’, la primera cámara photofinish; y los de Tokio 1964, el Shinkansen, primer tren bala.
El replay instantáneo en video se estrenó en los Juegos de Invierno de Salt Lake City 2002 y ya en los de Río de Janeiro 2016 nos llegaron novedosos sistemas de detección de salida en falso para las pruebas de atletismo, mientras en el tiro con arco observamos aplicaciones que permitían medir electrónicamente las puntuaciones con una precisión invisible al ojo humano.
Gracias a estos avances podemos disfrutar de muchas de las lides que se celebran en la actualidad, buscar mayor justicia en el fútbol a través del árbitro asistente de video, o simplemente VAR, entre otras innovaciones tecnológicas.
TOKIO ENCUMBRA LA TECNOLOGÍA
Los organizadores de Tokio 2020 anhelan presentar los Juegos Olímpicos con el mayor despliegue tecnológico de la historia. Robots, drones, realidad virtual y tecnología 5G son algunas de las ideas que anuncia el magno evento deportivo, golpeado por la pandemia.
El propósito está lejos de ser una quimera. Japón cuenta con el aval de ser cuna de grandes innovaciones, por lo que no pocas personas se frotan las manos a la espera de todo lo que pueden mostrar, aún en tiempos marcados por la Covid-19.
Taxis autónomos para mover a los atletas alrededor de la ciudad, traductores en tiempo real, reconocimiento facial ultrarrápido, televisiones 8k, trenes magnéticos, lluvia de meteoritos controlada, gasolina para aviones un 70 por ciento menos contaminante y robots que facilitarán direcciones, instrucciones, y consejos a los turistas.
Sin dudas, la cita nipona provoca muchas expectativas.
BRECHAS Y MÁS BRECHAS
Pero lo cierto es que mientras en cada cita olímpica los espectadores quedamos más atónitos ante el despliegue tecnológico, se va acentuando una brecha de desigualdad entre los países que pueden o no ser sedes de dicho evento, lo cual no es más que un reflejo de disparidad existente entre quienes tienen acceso a tecnologías de punta, es decir la eterna ecuación entre naciones pobres y ricas.
Una hojeada a las naciones organizadoras de los Juegos Olímpicos de Verano entre 1896 y 2020, revela que Estados Unidos es el país que más veces ha acogido el certamen, seguido por el Reino Unido, Grecia, Australia, Francia y Alemania. En la ciudad de Londres, por ejemplo, los Juegos suman tres ocasiones: 1908, 1948 y 2012.
Y es que el poderío actual de la industria deportiva alcanza tal magnitud, que compite en ingresos anuales con la petrolera o las telecomunicaciones. Por ello, convertirse en sede de su principal evento parece, a simple vista, un negocio redondo.
Sin embargo, cada día crecen las evaluaciones económicas que echan por tierra esta hipótesis. Está el caso de Montreal 1976, cuyo certamen multidisciplinario arruinó las finanzas públicas del país (Canadá) y dejó a los ciudadanos una deuda de cerca de un billón y medio de dólares que tardaron tres décadas en pagar.
Analicemos en este sentido otro ejemplo de nuestro continente y más cercano en el tiempo. Me refiero a la propuesta brasileña, que terminó venciendo a la candidatura de Madrid para los Juegos de 2016, e incluía una inversión de 15 mil millones de dólares, sin contar los tradicionales sobrecostes.
Tales números, realmente exorbitantes para un evento que dura no más de dos semanas, hacen a muchos preguntarnos si son estos Juegos sostenibles con las exigencias económicas que imponen las candidaturas actuales o si naciones subdesarrolladas podrán alguna vez acceder a ellos como anfitriona.
Desde el Comité Olímpico Internacional comenzaron a realizar dicha selección siete años antes del certamen, aunque en 2017, por ejemplo, se dispensó la regla y se seleccionó a la ciudad de Los Ángeles como anfitriona de los Juegos Olímpicos de Verano en 2028, con 11 años de anticipación (detrás del telón había un pacto mercantil y financiero).
No obstante, en 2019, se anunciaron algunas reformas acerca de cómo se elegirán en lo adelante a los próximos anfitriones. Entre ellas destacan que los Juegos podrán celebrarse en varias ciudades y países y que, además, habrá candidaturas recomendadas.
LUZ EN EL TÚNEL
Esto podría parecer una ventana abierta a que países subdesarrollados puedan compartir la sede en pos de disminuir costos de inversión y una candidatura dirigida podría evitar la extraordinaria competencia de presupuestos con grandes superpotencias.
Sin embargo es muy ingenuo creer que, aún con las nuevas reglas, no se sigan reproduciendo las mismas lógicas de prioridad para las naciones desarrolladas.
La inmensa mayoría de las urbes elegidas de los últimos años gozan de reconocimiento mundial (Londres, Río de Janeiro, Tokio, París) e indica que tal vez en ciudades emergentes, cuya imagen internacional todavía puede ser explotada, tendría un mejor impacto económico.
El Comité Olímpico Internacional deberá servirse de todas estas investigaciones y experiencias para seguir perfeccionando y democratizando los procesos de selección de las ciudades sedes olímpicas y reajustar sus exigencias sobre la base de la diversidad de los aspirantes.
Mientras estas aguas toman su nivel –si es que hubiese intención de ello-, la mayoría de los países del mundo solo sueñan con un turno al bate como home club en las lides olímpicas.
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*Periodista de la redacción Deportes de Prensa Latina.