Después de un año de retraso a causa de la pandemia de la Covid-19, no pocas personas albergaban dudas sobre si el tiempo transcurrido, el material utilizado y el hecho de soportar un máximo de 200 kilogramos (kg), dejarían endeble algunas de las 18 mil elaboradas por los organizadores.
Y no es desconfianza de los anfitriones, todo lo contrario, pero valía la pena esperar a que acomodaran sus cuerpos los atletas, quienes, hasta ahora, parecen estar satisfechos.
‘No dan dolores de espaldas’, dijo en broma la cubana Eyurkenia Duverger, debutante olímpica e inscrita en la mayor división femenina en el levantamiento de pesas (más de 87 kg).
‘Son cómodas y bellas. Estoy durmiendo perfectamente y ni se siente que es de cartón; es más, si no me preguntas ni cuenta me doy’, añadió a Prensa Latina la joven antillana, de 21 años, asentada en la Villa situada en una de las islas artificiales de la bahía de Tokio.
Las reacciones ya comenzaron a fluir y la curiosidad de la innovación supera la polémica, además de cumplir el compromiso adquirido por Japón para garantizar unos juegos sostenibles con el medioambiente.
No obstante, los organizadores seguramente planean estar atentos a la llegada del recordista mundial de bala Ryan Crouser (Estados Unidos), un gigante de 2.01 metros de altura y 145 kilogramos, quien, eso sí, no debería dejar que nadie se siente a su lado.
Otros mastodontes capaces de hacer temblar las camas son el estelar francés Teddy Riner (judo) y el brasileño Darlan Romani (atletismo), ambos con 140 kg, así como el cubano Mijaín López, a la cabeza de la tropa de luchadores que integran la división de 130 kilogramos.
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