Acusaciones oficiales califican al TPLF (siglas en inglés) de lastre para la paz y estabilidad, la promoción del desarrollo económico, las transformaciones sociales y la abolición de conflictos étnicos.
Dominante en la coalición gobernadora hasta 2018, el Frente perdió poderío con el ascenso del primer ministro Abiy Ahmed y para derrocarlo emprendió campañas de desacreditación, como aseguró el propio político oromo en noviembre pasado.
Ese mes ‘cruzó la línea roja’ al atacar el Comando Norte del ejército federal y desde entonces, con intención de debilitar la institucionalidad, arruina infraestructuras y destroza entidades en el norte etíope, que causan daños irreparables casi.
Un botón de muestra fue la reciente destrucción de la cosecha agrícola, luego de consumir y robar alimentos recolectados en North Wollo y Gondar, en la región de Amhara.
Incluso, según una denuncia gubernamental, saboteó almacenes donde había bienes para asistencia humanitaria, además de alimentos destinados al ganado y biocombustibles, entre otros productos.
Su hostilidad, siempre de acuerdo con el gobierno, no distingue entre guarderías, escuelas, hospitales, bancos u hoteles, y alcanzó a destruir el proyecto ferroviario Awash Woldia/Hara Gebeya. Con unos 392 kilómetros, la vía tiene importancia estratégica porque conecta la zona septentrional, el ferrocarril de Addis Abeba y el puerto de Djibouti, punto de casi todas las importaciones y exportaciones etíopes.
La población civil es otro blanco. La fuga días atrás de ciudadanos secuestrados por el TPLF en Dabat, lugar también de Amhara, cuyos testimonios revelaron que eran obligados a trabajos forzados, sin recibir alimentos o tratamiento médico, lo corrobora.
Para las autoridades, con sus atrocidades quieren controlar Tigray y mantener la relevancia política de antaño, perdida ante la impronta de Ahmed y como consecuencia de sus propios crímenes.
Continúa con su tentativa de aferrarse al poder provocando miedo y miseria, afirmó una declaración del ministerio de Relaciones Exteriores esta semana.
La cantidad de personas incluidas en un programa de seguridad en la región, pese a los 27 años de liderazgo en el país, demuestra su desprecio por el bienestar ciudadano, agregó.
Declarado terrorista por el Parlamento, el TPLF, su beligerancia, exacerba disputas étnicas, mantiene en vilo al país y así impide el fortalecimiento del sistema federal, la creación de empleos y atención a desplazados, respuestas efectivas a necesidades de salud, educación y seguridad social…
Entorpece, en menos palabras, cada paso de Etiopía hacia el progreso.
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