José R. Oro*, colaborador de Prensa Latina
– ¿Cui bono? ¿Cui prodest? ¹ (Parte I)
-¿Cui bono? ¿Cui prodest? (Parte II)
El vehículo principal de expresión de Menéndez y sus adláteres ha sido y es las mentiras y la calumnia siguiendo siempre un esquema Goebbeliano de repetir mucho y sin escrúpulos tales falsificaciones. La increíble falsedad de la “base de espionaje china en territorio cubano” es un ejemplo palmario. En Cuba solo hay una base extranjera, en la Bahía de Guantánamo, donde estuvo hace solo unos días, contra toda lógica, legalidad, moral y derecho internacional, un submarino atómico estadounidense.
Desearía analizar ahora, sabiendo que la guerra, la violencia y la agresión son una permanente manifestación del capitalismo, sea en los Estados Unidos o en otros países, cómo si seguimos la ruta del dinero surgen preguntas, las mismas que los medios pagados por ese mismo dinero, siempre tratan de omitir, evadir o distorsionar.
¿Adónde va a parar el dinero, directamente a quienes benefician la guerra y las conjuras imperialistas en general? ¿Alguien tiene un negocio mejor en sus vidas que los directores ejecutivos de contratistas militares, quienes son una parte importante de los que eligen gobiernos en los Estados Unidos y sus aliados?
Estados Unidos gastó más el año pasado en defensa unos 37 mil millones de dólares más que las siguientes 10 naciones sumadas (ver tabla 1, abajo). Un acuerdo negociado por la Casa Blanca y los republicanos de la Cámara llevó esa cantidad a la increíble cifra de $ 886 mil millones de USD. Los contratistas de defensa se embolsarán aproximadamente la mitad de eso.
Hace solo ocho años, la comunidad de defensa nacional se conformaba con más de $300 mil millones por debajo de esa cifra. Pero arreglárselas con “menos” no es fácil para titanes corporativos como Dave Calhoun, director general de Boeing, el segundo contratista de defensa más grande del país.
En 2021, el año más reciente con estadísticas completas, los cinco principales fabricantes de armas del país (Lockheed Martin, Boeing, Raytheon, General Dynamics y Northrop Grumman) obtuvieron más de $116 mil millones en contratos con el Pentágono y pagaron a sus altos ejecutivos $287 millones.
En marzo, las presentaciones anuales de Boeing revelaron que Calhoun había incumplido sus objetivos de desempeño como director ejecutivo y no recibiría un bono de siete millones. Como resultado, Calhoun tuvo que contentarse con solo 22,5 millones en 2022, pero para endulzar el trato, la junta de Boeing otorgó a su director ejecutivo una pila adicional de acciones por unos cinco millones de dólares al valor actual.
La Oficina de Responsabilidad Gubernamental puede haber tenido en mente incidentes como ese cuando instó al Pentágono a «evaluar exhaustivamente» sus acuerdos de financiación de contratos hace unos años. En abril de este año, el Departamento de Defensa finalmente pretendió hacerlo. «En conjunto», concluye el informe, «la industria de la defensa goza de buena salud financiera y su salud financiera ha mejorado con el tiempo». Pero a pesar del «aumento de las ganancias y el flujo de caja», según descubrió el Departamento de Defensa, los contratistas corporativos han optado por «reducir la parte total de los ingresos» que gastan en I+D+I (Investigación + Desarrollo+ Innovación).
Gastos militares de los primeros 11 países con mayor presupuesto bélico en el mundo Datos del Instituto Internacional de Investigaciones por la Paz de Estocolmo para 2022 .
En cambio, están «aumentando significativamente la parte de los ingresos pagados a los accionistas en dividendos en efectivo y recompras de acciones». ¡Esos dividendos y recompras han aumentado en un asombroso 73 por ciento!
En consecuencia, los directores generales de los contratistas se han estado llenando los bolsillos. Los contribuyentes estadounidenses son los que subsidian estos cheques de pago más que amplios, enormes y absurdos. Gigantes corporativos como Boeing y Raytheon dependen de los contratos del gobierno por aproximadamente la mitad de los dólares que ganan. Para Lockheed Martin, General Dynamics y Northrop Grumman, es al menos el 70 por ciento.
William D. Hartung un destacado politólogo y escritor estadounidense, quien trabaja como investigador principal en el Quincy Institute for Responsible Statecraft, se ha enfocado en la industria armamentística y el presupuesto militar de los Estados Unidos, como uno de los factores de la más amplia y abierta corrupción gubernamental en ese país.
“La enorme compensación de los directores ejecutivos”, observa Hartung, “no hace nada para promover la defensa de los Estados Unidos y todo para enriquecer a un pequeño número de personas”. Además de este hecho irrefutable, esas enormes cuantías monetarias son las que hacen elegir políticos dóciles y pagan por los medios más mendaces para falsificar la realidad y demonizar a todos los países (dirigentes, personas) que no se someten al diktat imperialista.
Incluso antes de que tanto Joe Biden como los republicanos acordaran aumentar el gasto militar, el Proyecto de Prioridades Nacionales del Instituto de Estudios Políticos (IPS) calculó la “porción militarizada” del presupuesto federal en el 62 por ciento de todos los gastos discrecionales (es decir a decidir por los políticos), de los Estados Unidos. El país tiene muy poco que mostrar por este enorme dispendio, que no se puede justificar de ninguna manera.
“La ‘guerra contra el terror’ posterior al 11 de septiembre de 2001, por ejemplo, costó más de ocho billones (nuestros billones, es decir millones de millones) de dólares y contribuyó a la (espantosa) cifra de 4,5 millones de muertos en las regiones afectadas”, señala el informe de IPS. “Mientras tanto, un presupuesto militar estadounidense que supera al de Rusia en más de 10 a uno no ha logrado prevenir o poner fin a la guerra rusa en Ucrania”, subraya.
Entonces, ¿qué podemos hacer? Los analistas de IPS abogan por reducir el presupuesto militar nacional en al menos 100 mil millones de dólares y reinvertir los ahorros en programas sociales.
Mientras tanto, los miembros progresistas del Congreso también han estado presionando por un cambio importante en los estándares de contratación. La “Ley de Corporaciones Patrióticas” del representante Jan Schakowsky (D-Illinois) daría a las empresas con brechas salariales más pequeñas entre sus directores ejecutivos y trabajadores una ventaja en la licitación de contratos de defensa federal.
O se podría ir por la ruta establecida por Franklin Delano Roosevelt, quien emitió una orden que limitaba el salario de los altos ejecutivos corporativos a 25 mil dólares después de pagar los impuestos, una medida que, en su opinión, era necesaria “para corregir las graves disparidades y proporcionar una mayor igualdad en la contribución al esfuerzo bélico”.
Pero la realidad es que ambos partidos, sean los republicanos o los demócratas, se han dedicado en las últimas ocho décadas a destruir el “New Deal” de Franklin Delano Roosevelt y regresar a las formas más crudas del capitalismo.
Es necesario concluir que cada conflicto o acto criminal a nivel internacional está derivado de intereses monetarios o de poder. Debe quedar claro que el culpable de una guerra es siempre quien la provoca y la hace posible para buscar ganancias, no necesariamente quien la inicia, de lo que son dos claros ejemplos la Guerra de Corea (1950 – 53) y la terrible actual conflagración en Ucrania.
rmh/ jro
*Ingeniero cubano residente en Estados Unidos
Nota:
Las expresiones Cui bono (¿Quién sale bien de ello?) y Cui prodest (¿Quién se beneficia?), son locuciones latinas, referidas a la autoría de un acto criminal para llegar a determinar quiénes se benefician con sus resultados. Es considerado un principio del Derecho Romano. Se suele atribuir la frase al cónsul romano y censor Lucio Casio Longino Ravilla, y su uso fue popularizado por Cicerón. Séneca utilizó esta expresión en “Medea”: «cui prodest scelus, is fecit», (Aquel a quien aprovecha el crimen es quien lo ha cometido). La expresión era usada también por el gran emperador bizantino Justiniano, quien por supuesto la usaba en griego.