Estos costos aumentarán considerablemente en los próximos decenios, “sobre todo si no se adoptan medidas contundentes de mitigación y adaptación”, sustentó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) en un informe previo a la cumbre mundial sobre el tema, la COP28, que sesionará a fines de año en Dubái, Emiratos Árabes Unidos.
A juicio del Pnuma, la puesta en práctica de medidas ambiciosas en materia de adaptación también puede favorecer la resiliencia, un aspecto de “suma importancia para los países de ingreso bajo y los grupos más desfavorecidos”.
Por cada mil millones de dólares invertidos para hacer frente a las inundaciones costeras, se logra una reducción de 14 mil millones en daños económicos, ejemplificó el organismo de Naciones Unidas.
Asimismo, agregó, una inversión de 16 mil millones al año en el sector agrícola evitaría que aproximadamente 78 millones de personas padecieran hambre crónica o inanición a causa de los efectos del cambio climático.
Sin embargo, los compromisos existentes “no lograrán por sí solos subsanar de forma significativa el déficit de financiación de la adaptación ni generar los beneficios mencionados”. En su informe el Pnuma propone siete vías para subsanar las brechas identificadas, entre ellas, el incremento del gasto nacional y la financiación procedente del sector privado y la comunidad internacional.
Otras alternativas son las remesas, el aumento de los fondos destinados a las pequeñas y medianas empresas y una reforma de la arquitectura financiera internacional, propugnada por la Iniciativa de Bridgetown, consideró la entidad.
Al decir del Pnuma, el nuevo fondo de pérdidas y daños constituirá una herramienta importante para movilizar recursos, pero es preciso que recurra a “mecanismos de financiación más innovadores a fin de alcanzar la cantidad de inversión necesaria”.
Aunque cinco de cada seis países cuentan con al menos un instrumento nacional de planificación con vistas a la adaptación, los avances para alcanzar una cobertura mundial completa muestran señales de ralentización y el número de acciones apoyadas por los fondos internacionales para el clima registran un estancamiento durante la última década, argumentó la fuente.
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