El 25 por ciento de los devueltos son mujeres, mientras que un nueve por ciento son menores de edad, explicó el religioso a la multiplataforma AlterPresse, y señaló que muchos retornados pasaron dos o tres semanas en la cárcel antes de ser trasladados en avión a la capital de Haití, o a la norteña ciudad de cabo Haitiano.
“Las personas fueron deportadas con esposas en las manos, en los pies y alrededor de la cintura. Lo único de lo que eran culpables era de intentar encontrar un lugar donde vivir mejor”, deploró.
El Servicio Jesuita a Migrantes atiende a 40 de estas familias, pero aún miles de estos migrantes no encuentran apoyo psicológico, y se les dificulta reinsertarse plenamente en la sociedad.
La mayoría de los migrantes devueltos salieron de Haití en la última década y antes de emprender camino hacia Estados Unidos vivieron varios años en países como Chile y Brasil, de donde son oriundos sus hijos.
Sin embargo, al llegar al país las autoridades le entregaron 12 mil gourdes (unos 120 dólares) para que regresaran a sus hogares.
Para Michaud, el Gobierno haitiano debe llegar a un acuerdo con Washington para evitar la deportación de los migrantes que lograron cruzar la frontera, e integrarlos a la comunidad ñeque se encuentran.
El religioso señala que la actual situación del país en materia de seguridad limita su inserción en la sociedad.
Haití continúa sumida en una profunda crisis política y de violencia con el amplio control de las bandas armadas en zonas estratégicas del país, lo cual obliga a muchos a buscar suerte en otras naciones.
El terremoto del 14 de agosto en la zona sur del país, provocó una nueva oleada migratoria en precarias embarcaciones.
A esto se suman las deportaciones de la vecina República Dominicana, que solo durante noviembre retornó a más de 800 mujeres, de ellas 165 embarazadas, lo cual fue calificado por las autoridades como “cacería de haitianos”.
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