Aunque ha sido una constante amenaza para la estabilidad, recientemente renovó su criminalidad contra los civiles y perpetró violaciones desgarradoras, aseguró Abebe Derso, jefe de la Oficina de Paz y Seguridad de esa localidad, ubicada en la región de Amhara.
Precisamente durante los últimos días miles de personas abandonaron sus hogares en Tigray para refugiarse en Kobo, donde aumentó a más de 46 mil la cantidad de tigriños desplazados que están instalados en tres campamentos.
Escuchamos varios testimonios de que, entre otras atrocidades, el TPLF (siglas en inglés) utiliza como soborno suministros donados, arrebatados a la propia población, para reclutar a los civiles y mantenerlos en sus filas, según señaló Derso en una comparecencia pública.
No le basta, subrayó, destruir las familias de cientos de hombres trabajadores, amenazarlos, desalojarlos o privarlos de ayuda humanitaria, también los utilizan para exponerlos sin miramientos a sufrir cualquier tipo de daño, incluso la muerte.
Hasta ahora, “el gobierno ha podido entregar cada día productos de primera necesidad a los desplazados”, dijo a medios locales, y subrayó que “ese esfuerzo necesita apoyo nacional e internacional y sufre la hostilidad de esa organización en la zona”.
Luego de un asalto del Frente al Comando Norte de las Fuerzas de Defensa Nacional en noviembre de 2020, estalló la guerra en el norte etíope, extendida a mediados del año pasado de Tigray a las regiones de Afar y Amhara.
Antes de finalizar 2021, el ejército liberó las áreas ocupadas en esos estados, donde según informes oficiales fueron desplazadas un millón 800 mil personas y ocho millones 300 mil quedaron en situación de inseguridad alimentaria.
Sin embargo, no avanzaron hacia Tigray, extremo septentrional donde se refugian los integrantes del grupo, declarado terrorista por el Parlamento, y el enfrentamiento armado continúa sin tener un desenlace definitivo.
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