Con más de 18 mil monedas virtuales en circulación y un capital invertido en ellas de aproximadamente 1,83 billones de dólares (12 de abril), el mundo de la minería, las blockchain o cadenas de bloques y el trading -compra y venta de activos- ganan renombre, aunque no están exentos de conflictos y especulaciones.
¿Por qué resultan tan populares? Para Alexi Massó, investigador del Grupo Blockchain del Instituto de Criptografía de la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana (UH), el desempeño actual tiene que ver con los orígenes sociales.
Hay diferentes características que debe cumplir el dinero para considerarse como tal: ser intercambiable, servir como reserva de valor y sobre todo, que las personas lo acepten. Las primeras criptomonedas solo cumplían el último requisito, explica.
En la actualidad algunas están respaldadas por oro, petróleo o dólares, otras -como el propio bitcóin- dependen de la capacidad financiera de quienes las poseen. “Pero al principio su único valor radicó en que las personas las asumieron como un sistema funcional, que no se podía violentar y que se iba a usar como intercambio”, amplía.
Desde la perspectiva de Erich García, programador y youtuber cubano especializado en estos temas, muchas empresas están comprendiendo el modelo financiero del mundo durante los últimos 30 años, en el que si hacían falta más dólares, se imprimían.
Mientras, las criptomonedas promueven un sistema de confianza y consenso, en el que la capacidad de comprar un nuevo activo digital de valor es finita. Existe mucha especulación, pero algunos las ven como una alternativa para la independencia financiera, comenta.
“Si sumas a los desfavorecidos que no tienen posibilidades de actuar en un mundo bancarizado, con las empresas que ven ahí una forma de enriquecerse, explota un interés de mucha gente por utilizarlas”, indica.
A esto se suma que el bitcóin surgió en un contexto de crisis económica, cuando las personas estaban molestas con los bancos y surgieron grupos de protesta contra todo lo oficial. “Esas tendencias cogen fuerza y convierten este tipo de fenómenos en una moda, todo lo anárquico se vuelve moda”, recuerda Massó.
¿OPORTUNIDAD O RIESGO?
Para García, la principal ventaja de las criptomonedas radica en que cualquiera con un dispositivo electrónico e internet puede participar en su esquema financiero. En tanto, identifica como riesgo la especulación, por la cual los precios de compra y venta de esas divisas fluctúan constantemente.
Su valor se determina por un sistema de oferta y demanda, pero con mucha manipulación de grandes magnates como Elon Musk, explica Massó, quien coincide en algunos aspectos con el youtuber, pero es más reservado al evaluar la democracia de esta alternativa.
Por un lado no es un proceso democrático, porque aquel con más recursos, que pueda poner la tecnología más potente, conseguirá agregar más bloques y ganará más bitcoines. Por otro, como nadie autoriza para acceder a ellas, sí lo es, opina.
La descentralización de las criptodivisas facilita que las personas puedan emprender proyectos sin una entidad de respaldo. Además, “cualquiera puede crear su propia criptomoneda y, si a la gente le gusta, la compra con la esperanza de que se revalorice”, agrega el profesor de la UH.
De ahí deriva un proceso socio-económico en el que conviven miles de criptomonedas de diverso tipo, aunque no todas tengan el mismo valor. Como parte de ello, aparecen los memecoins -divisas virtuales sin objetivo, basadas en algún recurso gracioso que a veces triunfa y tienen capitalización de millones de dólares.
“Todo este mundo es también un poco caótico”, comenta Massó. Al ser descentralizado, no regulado y anónimo, se utiliza también para acciones ilegales como el financiamiento del terrorismo, estafas y otras.
Desde la perspectiva del ingeniero, las criptodivisas no son buenas o malas per se, depende del uso que se les dé. Algunos aspectos positivos son la seguridad del sistema criptográfico que las respalda y la descentralización en su organización, pero con matices.
Sin embargo, la ventaja fundamental no viene de la criptomoneda en sí, sino de la tecnología que las sustenta: las blockchain, bases de datos de acceso público, que usan la criptografía y un sistema descentralizado de miles de computadoras para almacenar información no quebrantable.
“A través de ellas se pueden crear réplicas virtuales de objetos de la vida real y contribuir a la automatización de muchísimos procesos en la salud, la industria biofarmacéutica, la educación, los trámites legales y el arte, entre otros”, destaca.
Sobre el futuro de las criptomonedas, asegura que será difícil eliminarlas, más bien deben ser reguladas. “Algunas naciones regulan las criptodivisas ya existentes y otros emiten su propia moneda en formato virtual, respaldada por una blockchain: están tomando lo mejor de ambos mundos”.
No obstante, considera, a las tecnologías siempre les pasa igual. “Surgen, hay un pico de asimilación y después explota la burbuja; no van a desaparecer, pero con el tiempo ocuparán el lugar que realmente les corresponde”.
CUBA, UNA REALIDAD NO TAN LEJANA
Abraham Hernández tiene 18 años y acaba de ingresar a la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana, pero no será allí donde escuche por primera vez sobre bitcoines y trading. Desde hace más de dos años la compra y venta de criptomonedas forma parte de su vida diaria.
Cuando empezó la cuarentena por la Covid-19, no sabía de minería ni otros detalles. “Sin embargo, fui investigando; en 2020 instalé una wallet (billetera criptográfica) en mi celular e invertí alrededor de 300 pesos cubanos en 100 TRX, una cripto popular acá”, cuenta a Prensa Latina.
Hernández reconoce que al principio visualizaba el fenómeno desde una perspectiva más ingenua: “Imagínate, tenía 16 años, era una empresa que prometía ganancias en seis meses y uno piensa que por ahí tendrá la vida resuelta”, recuerda.
Después, conoció del trading (término en inglés para mercadeo) y aplicó otras estrategias, migró de empresas y de criptomonedas, hasta lograr ingresos que le permitieron costear sus gastos básicos.
El trading de criptomonedas consiste en comprarlas y venderlas con fines especulativos para aumentar el capital. El casi universitario no es el único en Cuba que experimenta con este proceso financiero.
“Aquí la gente busca más las criptodivisas para acumular dinero haciendo trading, que para usarlas como moneda. Son como activos en un mercado, no se ha extendido su uso y no le ven utilidad”, relata.
Según Erich García, su llegada a Cuba se remonta al 2013, aunque el boom fue alrededor del 2020, cuando se pusieron de moda las estafas piramidales que las usaban como recursos. Sin embargo, todavía no existe “madurez financiera y cultura económica en las personas que las utilizan”, opina.
Los cubanos usan bitcoines y otras criptomonedas como reserva de valor, como instrumento de intercambio para productos y servicios, para hacer trading, para burlar restricciones y recibir remesas, pero casi siempre las convierten después en monedas locales, enumera.
Alexi Massó coincide: en la isla ya se tantea el criptomundo. “Muchos cobran en criptomonedas trabajos contratados en el exterior, pues no tenemos acceso al sistema bancario internacional por el bloqueo económico de Estados Unidos, pero a este sistema sí”, destaca.
No obstante, reconoce García, su uso está segmentado; no es un fenómeno nacional, sino que permanece en mano de los que tienen conocimientos tecnológicos para resolver necesidades puntuales.
Desde su perspectiva, falta mucho por aprender, pero las criptodivisas guardan ventajas ineludibles para quienes viven en la isla.
“Por primera vez en la historia de internet existe una herramienta financiera de traslado de valor que no censura a los cubanos, porque no existe ningún ente central que determine que no podemos participar”, señala.
Mientras, Massó considera que pueden ser una solución a nivel personal, pero no desde una perspectiva macroeconómica.
“El mundo todavía no funciona con estas divisas, los fabricantes no venderán a Cuba en criptomonedas. Esto funciona en pequeños formatos, pero el país no puede decir que el banco empezará a comprar bitcoines, porque no tendrá después dónde invertirlos”, resume.
Entretanto, la comunidad “criptocubana” crece. Organizada a través de Telegram y Twitter, aprenden en colectivo sobre el fenómeno, buscan sus utilidades en la nación caribeña y educan a otras personas para que se introduzcan en ese mundo, cuenta Hernández.
Cuba, que ya emitió una regulación donde reconoce el uso de las divisas virtuales como dinero y da los primeros pasos en torno a la regulación de su uso, tiene como reto estudiar una realidad, también social, que ya toca a la puerta.
arb/att