El jefe del Gabinete, Fumio Kishida, descartó la posibilidad de asistir él a la toma de posesión del mandatario surcoreano, prevista para el próximo 10 de mayo, porque Seúl debe primero concretar acciones hacia la resolución del diferendo histórico y otros asuntos bilaterales pendientes, reseñó la prensa nacional.
Además, algunos legisladores del Partido Liberal Democrático manifestaron su rechazo a la presencia de Kishida en Corea del Sur por temor a que la postura de Japón pueda interpretarse como demasiado conciliadora, destacó la agencia Kyodo.
De acuerdo con declaraciones del gobierno, el canciller Hayashi aprovechará la visita a la vecina nación asiática para reunirse con funcionarios claves del nuevo Ejecutivo surcoreano y convidarlos a trabajar juntos en aras de restaurar los deteriorados lazos.
La semana pasada, una delegación surcoreana llegó hasta Tokio y sostuvo consultas políticas con los principales dirigentes japoneses, pero poco o nada se avanzó en las desavenencias relacionadas con el pasado colonial.
A propósito, el jefe del grupo y vicepresidente de la Asamblea Nacional de Corea del Sur, Chung Jin Suk, se refirió en ese momento a la necesidad de llegar a una conclusión mediante un diálogo intenso a través de los canales diplomáticos oficiales.
Tokio, por su parte, insiste en que Seúl debe cumplir con los acuerdos destinados a resolver las disputas, incluido uno de 2015 sobre el fin del problema de las “mujeres de solaz” (coreanas obligadas a prostituirse en los cuarteles militares japoneses durante la Segunda Guerra Mundial).
La tensión entre los dos países tiene su raíz histórica en la colonización nipona de la península coreana desde 1910 hasta 1945.
Los gobiernos surcoreanos, sobre todo los nacionalistas y progresistas, han insistido en el resarcimiento para las víctimas de esa etapa bajo el dominio japonés que incluyen a las mujeres prostituidas y a los casi ocho millones de sus ciudadanos sometidos a trabajos forzosos.
Las partes mantienen también una querella territorial centenaria por el archipiélago Dokdo controlado por Seúl, que Tokio denomina Takeshima y reclama como suyo.
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