Tiene el desierto de Danakil, el lugar más cálido de la tierra, y aquí descubrieron el café, aunque otras naciones reclaman ese crédito.
También es el territorio del Nilo Azul, fuente de más del 80 por ciento del agua del Nilo. Lo llaman “cuna de la humanidad” porque en sus suelos encontraron a Lucy y otros antiquísimos fósiles reveladores de nuestra evolución. Su calendario es de 13 meses y 12 horas el sistema horario.
Las singularidades referidas son apenas algunas de las que dan forma a Etiopía, nación descrita como “espacio colmado de etnias, idiomas y culturas diversas y añejas” e identificada por sus corredores de largas distancias desde el célebre Abebe Bikila, pero fijada en el imaginario colectivo a modo de ejemplo de pobreza.
Una de sus peculiaridades le vale para que la consideren el “techo de África”. Esto, sin relación con la posición sobre el nivel del mar de Addis Abeba, la capital africana más alta.
Con sus tres picos, Kibo, Mawenzi y Shira, reina sobre llanuras y praderas del noreste de Tanzania la montaña más alta del continente, el famoso monte Kilimanjaro, y le siguen otras siete antes de llegar al monte Ras Dashen, situado en el puesto nueve del listado regional y el punto etíope más elevado.
Sin embargo, de las 40 primeras cimas hay 22 en este país del Cuerno de África, si bien debe señalarse que existen varias diferencias entre las fuentes respecto a las medidas, principalmente de las etíopes.
De manera que la denominación “techo de África” la merece porque sus tierras cuentan con la mayor cantidad de picos montañosos por encima de los mil 500 metros.
Particularmente, la llaman así por la cordillera de Simien, en el norte. Allí está Ras Dashen, y hay un parque nacional de unos 180 kilómetros cuadrados, hogar de especies endémicas como el lobo abisinio y también con una flora distintiva, el cual fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura en 1974.
(Tomado de Orbe)