Jose R. Oro, colaborador de Prensa Latina
No es sólo el Planalto, el Palacio Nereu Ramos es de vital importancia. ¿Una intentona tipo Capitolio de Washington para el 7 de septiembre?
Se vota también por un tercio de los 81 miembros del Senado Federal; a los 513 miembros de la Cámara de Diputados, con candidatos de 27 distritos electorales multinominales que corresponden a la suma de los 26 estados y el Distrito Federal, que varían en tamaño de 8 a 70 escaños cada uno y todos los miembros de las Asambleas Legislativas Estatales y de la Cámara Legislativa del Distrito Federal, que van desde 24 a 94 escaños en cada caso.
¿Cuáles son las expectativas del voto para las Cámaras del Parlamento brasileño?
Para decirlo en tres palabras: No se sabe. Aunque se espera que sea en la misma línea que las votaciones por Presidente/Vice Presidente. A diferencia de las cuantiosas informaciones sobre la votación Lula versus Bolsonaro, los datos sobre el Congreso o Parlamento brasileño son mucho menos claros. Hay un consenso de que la bancada del Partido Liberal (PL) de Bolsonaro va a salir más debilitada y que la del PT y sus aliados que conforman el frente “Vamos juntos por Brasil”, más fortalecida y mayoritaria. Pero de ahí a expresar cuales van a ser los números de escaños es algo aún hoy poco determinado o claro.
La experiencia del 2016 hace imprescindible dar una batalla muy fuerte por fortalecer al Parlamento, sobre todo por los diputados y senadores del núcleo del PT y sus aliados más cercanos, para evitar que se repita, por improbable que parezca, un nuevo “efecto Temer”, pero también para garantizar que fluyan las legislaciones que permitan al futuro gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva cumplir con las expectativas que el pueblo deposita en él. Como decimos en Cuba “una trabazón” en el Parlamento obraría muy en detrimento de un futuro gobierno progresista.
Ya existe un precedente trágico de la actividad congresional reciente en Brasil, que fue la destitución en un acto de Lawfare de la presidente electa por el pueblo, Dilma Rouseff. Este tristísimo evento, que tuvo desgarradoras consecuencias para la sociedad brasileña toda, fue en parte consecuencia del desmoronamiento moral de la frágil mayoría en el Congreso de que disponía la mandataria, algo que no se debe permitir que ocurra de nuevo. La batalla por una sólida mayoría congresional es de la mayor importancia, sin duda alguna.
¿Será el próximo 7 de septiembre (Día de la Independencia de Brasil) un remedo de la barbaridad del 6 de enero de 2021 frente al Capitolio de Washington?
El Partido de los Trabajadores (PT) y la coalición “Vamos juntos por Brasil”, que postula al exmandatario Lula da Silva para las presidenciales del 2 de octubre, denunció “un intento de golpe de Estado” que supuestamente estaría fraguando el actual mandatario, Jair Bolsonaro.
“Los esquemas del intento de golpe de Estado de Bolsonaro ya están establecidos. Sus pretensiones de movilizar su propia base contra el Supremo Tribunal Federal son prácticamente una confesión de derrota”, escribió el secretario nacional de Comunicación del PT, Jilmar Tatto.
Hace unos días, el diputado federal Paulo Texeira, secretario general del PT, hizo también referencia a la posibilidad de un golpe que se daría para desconocer los resultados electorales. “Me parece que el riesgo mayor es que ocurra algo en el período post electoral, después que Lula haya vencido”, dijo Teixeira en entrevista con Página 12.
Esa opinión esta compartida por muchas personalidades del más alto nivel en Brasil, entre los que despunta Frei Betto.
Pero hay otras formas de violencia que pueden ser usadas. Brasil lleva un año largo inmerso en una tensa precampaña que recientemente se vio sacudida por el asesinato de un militante del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula a manos de un simpatizante bolsonarista en Foz de Iguazú. Quedan menos de tres meses para unas elecciones cruciales.
Bolsonaro lanzó oficialmente su candidatura a la reelección defendiendo su acción de gobierno, incluso en la pandemia, con guiños al electorado femenino, alabanzas a Dios y ataques brutales a su gran adversario: “De nada vale un país rico, si elige como presidente a un bandido, borrachuzo, expresidiario”, proclamó en Río de Janeiro. Verborrea del fascista excapitán, fuera de contexto en cualquier campaña electoral mínimamente seria.
También apela a los imaginarios “logros” de su gobierno, además de recurrir principalmente al miedo al “comunismo”. Plantea este duelo de alto voltaje como una batalla entre el “bien y el mal”, con el importante detalle de que asume ser el “bien” cuando es indiscutiblemente el “mal”. Poca originalidad.
En cambio Lula da Silva no ha hecho una campaña basada en la nostalgia, la de recordar los años dorados en los que millones de brasileños que vivían en la miseria prosperaron hasta dejar atrás la pobreza, sino en un sólido programa de lineamientos mirando al Brasil de hoy y del futuro, que vimos con detalle en la parte 4 de este artículo.
El asesinato de Foz de Iguazú ha demostrado el temor a nuevos episodios de violencia política. La víctima celebraba su 50 cumpleaños con una fiesta dedicada a su partido, el PT, cuando el agresor irrumpió pistola en mano al grito de: “¡Aquí somos de Bolsonaro, hijos de puta!”, y apretó el gatillo. El agredido, herido, respondió a tiros antes de morir. El bolsonarista resultó gravemente herido. Iban armados porque eran miembros de las “fuerzas de seguridad” de sus agrupaciones electorales. No es el primer asesinato este año por lo que en Brasil denominan intolerancia política, pero sí el que más repercusión ha tenido.
Según el recuento del diario Estadão, esta “intolerancia” se ha cobrado 26 vidas en lo que va de 2022; fueron 71 en la campaña de 2018, en la que Bolsonaro fue apuñalado por un enfermo mental al que los jueces consideraron inimputable. Los sospechosos de perpetrar el atentado más destacado de los últimos años que segó la vida de la concejala izquierdista de Río de Janeiro Marielle Franco, siguen pendientes de juicio.
Para nadie es un secreto la elevada criminalidad (y sus formas aterradoramente violentas) que hay en Brasil. Las causas también las sabemos, es la desigualdad. Tristemente, esos elementos desclasados, el lumpen – proletariat indentificado por Marx y Engels, son la materia prima para preparar actos de violencia masiva e incluso de magnicidios.
¡Alertamos que el próximo 7 de septiembre es un día en que Brasil vivirá en peligro! La espaciosa Plaza de la Libertad de Brasilia es un lugar de particular preocupación.
La responsabilidad del presidente Bolsonaro en el actual clima de tensión y odio es evidente. Su discurso belicista, sus constantes ataques contra otras instituciones, sobre todo el Tribunal Supremo, y el cuestionamiento permanente del sistema de votación generan una enorme tensión institucional. Concibe y trata a sus adversarios políticos como enemigos, lo que mina gravemente la democracia. Ha facilitado que los civiles compren armas, y desde que preside Brasil las licencias se han triplicado. Cunde el temor de que no acepte una derrota ante Lula- que pronostican las encuestas- e intente movilizar a los suyos como hizo Donald Trump en Estados Unidos.
Desde hace meses, Lula lleva claramente la delantera en los sondeos de opinión acerca de los comicios presidenciales, mientras Bolsonaro ve alejarse la posibilidad de renovar su mandato para un segundo período. Para desconocer su ya muy previsible derrota, sostiene Texeira, el mandatario podría tener una actitud similar a la que adoptó Trump cuando perdió la Presidencia de EE.UU., por lo que se podrían producir en Brasil eventos similares, como “un nuevo asalto al Capitolio”.
“Me parece que estamos ante un intento de imitación bien característico de Bolsonaro: si los trumpistas atacaron las instituciones para ocultar su derrota en EE.UU., acá pueden seguir ese ejemplo y actuar con el mismo propósito”, concluyó Teixeira.
Bolsonaro ha estado atacando públicamente y de manera sistemática a diversas instituciones del país.
Recientemente, al recibir en su residencia oficial a embajadores y otros diplomáticos de cerca de 40 países, el mandatario cuestionó el sistema de voto electrónico que utiliza Brasil desde 1996, además de criticar duramente al Tribunal Superior Electoral (TSE) y acusar a sus miembros de conspirar para favorecer a su contrincante.
Al parecer, Bolsonaro busca en este escenario el apoyo del Ejército, toda vez que se encuentra en confrontación con las instituciones encargadas de las elecciones y con buena parte del Poder Judicial. Según la Constitución brasileña, el Ejército tiene una absurda y retrógrada función de arbitrio y de moderación entre los poderes del Estado, lo que le confiere una alta presencia en la vida pública del país
El líder de la coalición Vamos juntos por Brasil, encabezada por el PT, Lula da Silva, encausa ahora su campaña en fortalecer la amplia alianza electoral de la izquierda y otros grupos políticos y sociales, con la finalidad de derrocar el poder ultraconservador imperante en Brasil desde 2018, preservar la democracia, rescatar la economía y promover la pacificación del país.
Los gobiernos de Michel Temer y Jair Bolsonaro, después del golpe de Estado en el Congreso de 2016, aplicaron “reformas” neoliberales que laceraron los derechos del pueblo y la capacidad del Estado de atender a sus necesidades e incluso de establecer prioridades claras. Esas “reformas” acabaron con los derechos laborales, redujeron las pensiones e impiden ampliar las inversiones en salud y educación. Sin hablar de la calamitosa situación epidemiológica, COVID-19, que ocasionó en Brasil hasta la fecha 679 mil muertos.
El neofascismo corporizado por Bolsonaro se sustenta en los partidos más tradicionales de Brasil, grupos evangelistas neopentecostales y en poderosos sectores de las fuerzas armadas. Representa fundamentalmente los intereses de la oligarquía agraria, minera y financiera. Muy poderosos, sin dudas, pero no controlan más el voto popular.
Una situación semejante a la que antecedió al triunfo de Gustavo Petro en Colombia, con la diferencia en que las fuerzas armadas de Brasil tienen muchos mayores poderes constitucionales que en ese país, como lo ha evidenciado por ejemplo la participación de nueve especialistas militares en el acceso al código confidencial de las urnas electrónicas, lo que analizamos con detalle en la parte V de ese artículo.
Es triste observar que Bolsonaro ya desde mucho antes de las elecciones, se está “curando en salud”, preparándose para reaccionar ante una derrota cada vez más previsible. Las autoridades civiles están indignadas con el mandatario.
“No toleraremos la violencia electoral, subtipo de la violencia política. La Justicia Electoral no medirá esfuerzos para actuar, a fin de frenar la violencia como arma política y enfrentar la desinformación como práctica del caos”, señaló Edson Fachin, ex – presidente del Tribunal Supremo Electoral, en una reunión con el grupo Prerrogativas.
Tal colectivo, que se une a las más de 100 manifestaciones de apoyo recibidas por la Justicia Electoral, es formado principalmente por abogados, pero también por artistas, profesores y juristas.
Sin mencionar al mandatario de tendencia ultraderechista Jair Bolsonaro, paladín de los ataques a las urnas electrónicas y al sistema electoral brasileño, el ex alto funcionario advirtió asimismo que «el TSE no está solo, porque la sociedad no tolera el negacionismo electoral».
La intención de esta séptima parte es insistir en que el electorado brasileño votará el 2 de octubre también para renovar toda la Cámara de Diputados, un tercio del Senado, los 26 gobernadores y todas las Cámaras legislativas estatales.
La última encuesta de Datafolha, la más seguida entre la avalancha de sondeos, daba a finales de julio a Lula un 47 por ciento en primera vuelta frente al 29 por ciento de Bolsonaro. El izquierdista triunfa entre los pobres y la juventud; el ultraderechista, entre los hombres mayores y los evangélicos. Todavía no está confirmado que los favoritos tengan un nuevo cara a cara en un debate electoral, aunque se supone que así sea. Bolsonaro tratara de evitarlo.
Para el ex- presidente del TSE E. Fachin, “el ataque (de Bolsonaro) a las urnas electrónicas como pretexto para crear cólera no inducirá al país a error. Hace 90 años, creamos la Justicia Electoral para que ella condujera elecciones íntegras y Brasil confía en su Justicia”, precisó.
El juez insistió que el TSE prepara “elecciones pacíficas” para octubre y dijo que “la agresión a las urnas electrónicas es un ataque al voto de los más pobres”. “El calendario electoral está al día. La regla está dada. El TSE no omitirá nada. La Justicia Electoral de todo el país no se cruzará de brazos”.
Bolsonaro está tomando nota que de los poderes civiles no puede esperar mucho, en caso de una derrota en las urnas. La tendencia principal en Brasil, es que su gobierno ha sido de destrucción nacional, un desastre económico, social, sanitario.
Se va a llegar al 2 de octubre, a la primera vuelta, con varios candidatos, pero Lula y Bolsonaro reúnen el 85 por ciento de las intenciones de voto. Lula podría vencer en la primera vuelta, mientras que para Bolsonaro pasar a la segunda vuelta al fin de ese mes constituye el objetivo por lograr.
Como dijo el gran pensador y ex vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, analizando a América Latina en el siglo XXI se pueden ver tres ciclos. Un ciclo al inicio del siglo que fue de avances de gobiernos progresistas, el cual se extiende aproximadamente hasta el 2009; después se produce una fuerte contraofensiva conservadora y regresiva en países como Honduras, Paraguay, Brasil, Argentina y México, que logra imponer desigualdades económicas brutales para sus pueblos, ataques salvajes contra Venezuela, y un recrudecimiento del bloqueo contra Cuba, sobre todo durante la era de Trump en los Estados Unidos. Esta “ola conservadora” latinoamericana pretendía ser final, el ultimo clavo en el ataúd del movimiento progresista de la Patria Grande, suerte de “Fin de la Historia” a là Francis Fukuyama, pero con música de tango o samba. En el presente estamos en el tercer ciclo, con una nueva ola progresista, que empieza con las elecciones de Andrés Manuel López Obrador en México y Alberto Fernández en Argentina, que pasa por los estallidos sociales de Chile, de Colombia, por las elecciones en Brasil; además de la resistencia en Venezuela y Cuba.
Una victoria de la izquierda brasileña, después del colapso del neofascismo en la ciudadela de la reacción – Colombia – con la victoria de Gustavo Petro – Francia Mestre, sería el indudable colofón de esta ola progresista, y la reivindicación de la presciencia de Álvaro García Linera. Para que no se produzca de nuevo una ola regresiva, el enfoque marxista, situacional y contrahegemónico es absolutamente imprescindible.
(Fin de la séptima parte)
rmh/jro
(Tomado de Firmas Selectas)