“Es un dinosaurio de la política latinoamericana. Imponerse en las urnas es su especialidad”, escribió el comentarista para BBC News Mundo Gerardo Lissardy sobre la Asociación Nacional Republicana-Partido Colorado (ANR-PC), que ganó las elecciones del 30 de abril, aún en medio de una atmósfera de protestas en contra.
Para el también corresponsal de ese medio en Nueva York “se trata del único partido político de América Latina que solo perdió una elección presidencial en 76 años”, tras su fundación en 1947 y una historia mayor desde 1887, cuando surgió como Partido Nacional Republicano.
La prosopopeya del uruguayo, aunque sin mencionar al autor hondureño-guatemalteco (1921-2003) con el llamado el “cuento más corto del mundo”, aludía a la derrota de la ANR-PC, cuando el opositor Frente Guasú ganó en 2013 con el candidato Fernando Lugo, luego expulsado del poder… por “el dinosaurio».
MAYO, UN MES POSTELECTORAL REPRESIVO
Pero lo que le fue imposible de pronosticar al comunicador uruguayo sobre el triunfo del partido oficialista y su candidato Santiago Peña fue que, inmediatamente después de su elección, comenzarían en el país las peores protestas en mucho tiempo, ahora contra un supuesto fraude judicial.
La fuerza de las manifestaciones y la violenta respuesta castrense sorprenderían al propio Lissardy, cuando el primero de mayo, solo horas después de concluidos los escrutinios del 30 de abril, el pueblo de Paraguay encontró que, por decimoséptima vez en la historia, «el dinosaurio todavía estaba allí”.
La nación suramericana vivió desde ese día y durante casi todo el mes de mayo lo que, según medios locales, fueron las mayores manifestaciones y peores respuestas represivas en por lo menos cinco años, ni siquiera comparables con las causadas por el mal manejo de fondos para la pandemia de Covid-19, declarada en 2020.
La Policía elevó a dos mil los efectivos, empleó balas de goma, gases lacrimógenos y otras formas extremas de violencia contra los movilizados, muchos de ellos indígenas, que mantuvieron unos mil 300 manifestantes en las inmediaciones del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE).
Pero no fue la Concertación Nacional Para Un Nuevo Paraguay, principal partido contrario a la ANR-PC de cara a los comicios, la iniciadora de las protestas contra los resultados de los sufragios, aunque sus partidarios se sumaron de inmediato a las acciones.
Pese a la rivalidad o a la reñida contienda que se esperaba a partir de sondeos, estas no se expresaron entre las dos formaciones principales en pugna, como tampoco sobrevino “la alternancia en el poder” añorada por algunos para desplazar al vetusto «continuismo» político y gubernamental.
Tampoco el candidato por la también llamada Concertación Nacional Efraín Alegre (28 por ciento de sufragios) fue el líder de las movilizaciones contra la holgada victoria de Peña (42,7 por ciento de votos) y su maquinaria de primera magnitud con dos millones de afiliados entre 7,5 millones de paraguayos.
Los choques entre agentes antimotines y manifestantes destruyeron vehículos policiales y ambulancias, y causaron decenas de heridos y unos 100 detenidos, muchos de los cuales enfrentan penas de hasta cinco años de cárcel.
UN CANDIDATO Y UNA FUERZA “EMERGENTES”
En lugar de eso, el primero de mayo aparecieron cientos de personas descontentas en plazas y avenidas, convocadas por lo que algunos consideran una fuerza y un político “emergentes”, el Movimiento Cruzada Nacional y su candidato a la consulta José Luis Cubas (conocido como Paraguayo Cubas).
La nueva figura y su partido, que sorprendieron con un tercer puesto en las elecciones generales (23 por ciento de votos), y quitaron el sueño a las autoridades con movilizaciones que perduraban hasta el cierre de mayo, logró en las calles el protagónico de ese último capítulo electoral.
Una plataforma de análisis político con sede en Sudáfrica, CIVICUS Lens, describió de “preocupante novedad el desempeño de un nuevo partido populista de derecha que reflejó el descontento de mucha gente con las maquinaciones de una clase política autocentrada que no daba respuesta a sus problemas”.
Los medios coincidieron, además, en minimizar la integridad de Cubas, ciudadano paraguayo-estadounidense nacido en Washington (1962), a causa de su naturaleza violenta que lo condujo a la expulsión del Senado y a excesos en las protestas, por lo que es procesado tras su detención el 5 de mayo.
“Lo hizo desde una plataforma antipolítica y con un discurso ultraconservador antiderechos. Interpeló a los descontentos con la política tradicional, denunció a los políticos como parte de una casta corrupta y reclamó la ampliación de poderes del Ejecutivo”, insiste CIVICUS sobre el papel de Cubas.
Por su parte, Marta Ferrara, directora de la organización civil local Semillas para la Democracia, caracteriza a la Cruzada Nacional de Cubas como “un tercer espacio político de oposición de carácter populista-autoritario y estilo mesiánico”.
Otros círculos creen ver una amañada estrategia electoral, más allá del protagonismo espontáneo de Cubas y su Cruzada Nacional, al vincularlos con el expresidente y acaudalado empresario Horacio Cartes, controvertido político acusado de corrupción y estratega electoral de la ANR-PC.
Quienes piensan así, especulan con que el influyente exgobernante apuntaló a Cubas para dividir el voto opositor, lo cual ocurrió en la práctica, pues Alegre sufrió su tercera y peor derrota electoral y el partido gobernante ganó por el margen más amplio de los últimos 30 años.
Cartes, por cierto, deviene obstáculo adicional para el nuevo Gobierno por sus relaciones amistosas y apoyo a Peña, como también a Alegre y a Cubas, pese a sus actos de corrupción sancionados por Estados Unidos (en flagrante injerencia y violación de la soberanía) y su fama de carta imprescindible sobre la mesa.
Otras fuentes coinciden con la plataforma cívica sudafricana en considerar “un mal presagio para la democracia paraguaya” las masivas protestas postelectorales movilizadas por el denominado “líder emergente”, aunque valoran su buen desempeño como “la principal novedad de estas elecciones”.
El éxito movilizador inicial de las manifestaciones despertó luego el apoyo de la Concertación Nacional de Efraín Alegre, del Partido Liberal Radical Auténtico, segunda fuerza después de la ANR-PC, y de sectores opositores más radicales como la coalición de izquierda Frente Guasú.
OTRAS RAZONES PARA EL DESCONTENTO
La amplia e histórica carpeta de hechos corruptos del partido que seguirá en el poder incidió también en la intensidad de las protestas postelectorales y en la incorporación de otros sectores de la población paraguaya, vinculados o no a las formaciones tradicionales.
Pero a ello se sumaron, asimismo, las tradicionales insuficiencias económicas que rigen la vida de paraguayos, latinoamericanos, caribeños y pobladores en general del mundo “en desarrollo”.
El país enfrentó entonces -afirma el Director del Programa Paraguay de IDEA Internacional Salvador Romero Ballivián- una racha económica de altibajos, lastrada por la recesión de la pandemia, un rebote insuficiente y sequías que penalizaron las exportaciones agroganaderas.
“La consecuencia -según el estudioso- fue una insatisfacción con el gobierno del colorado Mario Abdo y, de manera más amplia, el malestar, acentuado con el funcionamiento de la democracia, tanto más cuando se extendió el sentimiento de que prevalece una extendida corrupción e impunidad”.
Un ejemplo elocuente de hasta dónde llega esa depravación ética y legal es el caso del legislador Erico Galeano, a quien un juez imputó el 25 de mayo por supuesto lavado de dinero y asociación criminal, el mismo día en que la Justicia Electoral lo proclamó senador electo, tras un desafuero que impactó a la opinión pública.
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