Los datos de la Organización Meteorológica Mundial revelan que julio fue el mes más caluroso jamás registrado, lo que confirmó además que las olas de calor no sólo amenazan al medio ambiente, sino que crean obstáculos adicionales para las naciones que intentan alcanzar un crecimiento económico sostenible y el empleo pleno y productivo.
Esa conclusión incluye también los esfuerzos por lograr el trabajo digno para todos, metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible número ocho, según el economista de la OIT Nicolas Maître.
El estrés térmico ocupacional describe una situación en la que es demasiado duro trabajar, o al menos a una intensidad normal, ya que no sólo depende de la temperatura, sino también de la humedad y la radiación solar.
Dicha situación pone en peligro la seguridad y la salud de los trabajadores al aumentar el riesgo de lesiones y enfermedades relacionadas con el calor, precisó el experto.
Las estimaciones muestran que la productividad laboral se ralentiza a temperaturas superiores a los 24 o 26 grados Celsius, en tanto a los 33 o 34 grados el rendimiento de los trabajadores puede disminuir hasta un 50 por ciento en puestos físicamente exigentes.
También puede ocurrir bajo la sombra, e incluso en el interior de algunas fábricas, si no tienen aire acondicionado y los obreros deben manejar maquinaria pesada o llevar ropa de protección.
En términos generales, la agricultura y la construcción son los sectores más afectados, por lo que la OIT estima que, a nivel mundial, la productividad disminuye debido a los efectos del cambio climático y que las labores agrícolas son responsables del 60 por ciento de esta pérdida.
Pero el estrés térmico puede generarse en todos los trabajos físicamente exigentes que requieren que los empleados trabajen directamente bajo el sol, durante largas horas o con ropa protectora.
rgh/crc