Los etíopes siguen un calendario de siete años y ocho meses por detrás del occidental. De acuerdo con la Biblia, Dios creó la tierra en el mes de septiembre y, según la leyenda, el rey Salomón (año 965 al 928 ANE) le regaló joyas a la reina de Saba durante una visita de estado hace más de tres mil años.
A su regreso, al final de la estación seca de verano, comenzaron a nacer flores amarillas en las colinas que rodean Addis Abeba, como significado del fin de una larga sequía y el comienzo de una nueva vida en el país.
En honor a su reina etíope, el festival recibió el nombre de Enkutatash (regalo de las joyas), nombre que lleva hasta la actualidad.
Otra curiosidad de septiembre, destaca el sitio de viajes Brillian Ethiopia, es que el número de horas de luz y de oscuridad es el mismo, y este es otro motivo por la que el mes se considera espiritualmente significativo a los ojos de los primeros cristianos del país africano.
Aunque tiene connotaciones religiosas, Enkutatash es una festividad tanto para creyentes como para no creyentes, una época del año que para la comunidad y la familia olviden las ofensas y abracen una experiencia colectiva compartida.
Es tradición compartir regalos y las familias más tradicionales reciben a los invitados con ramos de flores amarillas cultivadas en las colinas que rodean a la capital, las mismas que saludaron a la reina de Saba en aquel entonces.
Canciones tradicionales, normalmente interpretadas por grupos de niñas etíopes, ocurren en las primeras horas del día y los olores de los platos tradicionales de estofado de pollo (doro wat) e injera (pan plano muy fino), acompañados con vino a base de miel y café recién hecho, inundan el aire.
Cercana la noche, las personas se reúnen y encienden una hoguera y las celebraciones continúan hasta el amanecer.
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